domingo 08 de septiembre de 2013, 10:17h
Se veía venir. Están tan faltos de figuras que se agarran a la primera
que surge y la suben al pedestal esperando que les saque de pozo en el
que están hundidos. Ayer estaban casi todos en el Salón de Usos
Múltiples del antiguo Hospital de las Cinco Llagas arropando a la
primera mujer presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz Pacheco. Por estar estaba hasta el innombrable, ya saben, el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero quien
apareció por Sevilla como si fuese un fantasma recuperado del pasado
más reciente. Aunque para ser sinceros, el verdadero fantasma estaba a
su lado y era el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba,
flanqueado siempre por el alter ego de Susana, el giñanini más torpe de
la clase, el vicesecretario general de los socialistas andaluces, Mario Jiménez, quien aspira a formar parte de la Federal para completar un curriculum ejemplar dentro del partido.
Con estos mimbres era normal que el gran gurú del socialismo, Felipe González,
excusara su asistencia. Con todos ellos y los doscientos pelotas de
turno, el Salón de Usos Múltiples estaba a rebosar como si se tratara de
la entrega de los premios Nobel, aunque noveles de la nueva hornada
sembrada por Pepe Griñán, había bastantes que aspiran ahora a
ocupar puestos claves en la Administración andaluza con los nuevos aires
que Susana quiere llevar al Palacio de San Telmo. Noveles que
aplaudíeron a rabiar a la presidenta desde que llegó hasta que se fue.
Aquello más que un acot institucional de toma de posesión parecía un
concierto de Alejandro Sanz. Susana rompió una de las normas de sus
antecesores y no prometió su cargo sino que lo juró. Y es que todos
sabemos que la presidenta fue en su juventud catequista y es cofrade
activa de la Hermandad de la Esperanza de Triana. Si a ello unimos su
militancia como bética ya tenemos el cuadro completo para hacernos una
idea de lo que nos espera en los próximos meses. Susana fue tan emotiva y
sincera en la toma de posesión que a su mismísimo padrino y adalid, Pepe Griñán,
se le saltaron la lágrimas al contemplar su obra, a la niña de sus
ojos. La cosa tuvo migas. Llantos, aplausos, oles, gritos de
"presidenta, presidenta". Solo faltó que la claqué pidiera la oreja de
Griñán y la sacaran a hombros por la puerta grande del Parlamento.
De momento lo más importante es que Susana Díaz va
a defender es la paridad, ya saben igualdad de hombres y de mujeres en
su Gobierno. No impota que haya más mujeres inteligentes que hombre o al
contrario, no, lo importante es que haya el mismo número de consejeros
que se consejeras para eviter discriminaciones sexistas, aunque para
ello tenga que colocar en Educación, en Cultura o en Asuntos Sociales a
algún tonto (o tonta) de turno. Como ella es bastante lista, tardó solo
diez años en acabar Derecho, puso a Zapatero como ejemplo de ser su
referete en esa "lucha por la igualdad de sexos" que le ha llevado a la
Presidencia. Del resto de medidas propuestas para gobernar no lo puso
como ejemplo no vaya a ser que metiese la pata a las primeras de cambio.
Prometió gobernar con "ventanas abiertas, humildad y luces largas". En
estos casos más vale tener cuidado porque me recordó a un gobernador
franquista de Jaén que en su discurso de toma de posesión dijo aquello
de que él "obraba poco, pero cuando obraba, obraba bien" y, claro, el
pueblo inmediatamente le apodó "El Estreñío". A Susana despues de sus
promesas de "ventanas abiertas y luces largas" le pueden apodar "la
camionera" o, peor aun "Sor Citroen".
Lo peor de todo es que ese
empeño de la nueva presidenta en que no la identifiquen con los EREs
fraudulentos de su padrino y antecesor puede mandar al trasto todas sus
promesas de regeneracón y de combatir la corrupción que tantas
expectativas habían levantado. Ya ha avisado a la oposición del PP que
no va a permitir que los Eres monopolicen el debate político en
Andalucía. Para ello lo mejor que podría hacer la presidenta es levantar
todas las alfombras y barrer la suciedad, como dijo, "caiga quien
caiga" y si quien tiene que caer es su propio padrino, Pepe Griñán y sus antecesores en el cargo, Manuel Chaves,
"que cada palo aguante su vela". Solo así, sacando a la luz todas las
responsabilidades políticas se dejará de hablar de los EREs. Mientras
eso no se haga, tendremos que seguir confiando en que sea la Justicia,
de la mano de la jueza Mecedes Alaya, quien ponga a cada uno en su sitio.