jueves 05 de septiembre de 2013, 07:49h
El inicio
del curso político nos coloca de nuevo ante la disyuntiva previa a
las vacaciones: el intento del gobierno de obligarnos a elegir entre
la bolsa o la verdad. Ese es el fondo de la idea que trata de
difundir Rajoy esta semana: nadie nos desviará del objetivo central
de sacar a España de la crisis económica. Y en eso hay que aceptar
que Rajoy es creíble: está convencido de que tiene que centrarse en
la recuperación económica y que lo demás es anecdótico.
Es decir, no
hay donde confundirse en cuanto al planteamiento del gobierno en el
inicio del nuevo curso. Más bien, la pregunta es si tendrá o no
algún éxito de aquí al 2015. En otras palabras si la gente se
comprará o no la disyuntiva planteada por Rajoy.
Algunos
creen que no hay duda: la gente no se comprará el marrón. Sin
embargo, creo que hay que hilar más fino. La experiencia de la
comunidad valenciana debería enseñarnos algo. Ahí también se
planteó la disyuntiva y la gente optó por la bolsa, volviendo a
votar al PP en las siguientes elecciones.
Para mucha
gente, la mentira como instrumento político no es algo tan
importante si se compara con la recuperación económica. No hay duda
de que lo mejor sería poder tener ambas cosas: la bolsa y la verdad.
Pero no están dadas así las cosas. Y si se ven obligados a elegir
lo tienen claro.
Desde luego,
la situación tendría otra perspectiva si existieran alternativas
creíbles. Pero todas las encuestas muestran que la pérdida de
credibilidad del PP no tiene lugar mientras el PSOE recupera la suya.
Así que la conclusión es que no hay más cera que la que arde. Por
eso es más fácil aceptar la inevitabilidad de la disyuntiva que
plantea Rajoy.
Claro, eso
también tiene sus límites. El primero de ellos es que la rueda de
la justicia fuera pronta y cumplida. Si el sistema judicial dejara a
Rajoy desnudo frente al mundo, no podría seguir gobernando. Pero eso
no es fácil, y con esa dificultad cuenta Génova.
La segunda
línea límite estaría referida a una rebelión interna dentro del
partido conservador. Eso no es descartable, pero tampoco es sencillo.
Pese a que aparecen signos de clara molestia en varios ámbitos del
partido, no parece fácil que se conviertan en una crisis orgánica
de gran dimensión.
En suma, que
por penoso que parezca puede que se imponga ese futuro canalla donde
la gente no tenga más remedio que elegir entre la bolsa y la verdad.
Y aceptada la disyuntiva tampoco sería la primera vez que eligiera
la primera. Lo que no creo que llegue a suceder es que la gente sea
masoquista y no acabe buscando ambas cosas. Dicho en otros términos,
no parece probablemente que salga adelante esa recuperación de la
credibilidad que Rajoy pretende, para conseguir reflotar
políticamente y volver a ganar las próximas elecciones. La suerte
futura del PP difícilmente estará asociada a la titánica
recuperación de la imagen pública que Mariano Rajoy pretende.