La verdad es que los
portavoces del Partido Popular -como, cuando toca, los del PSOE-no brillan
precisamente con luz propia. Es difícil, claro, cuando ocurren cosas como la
entrega de ordenadores desprovistos de disco duro al juez
Pablo Ruz, que
instruye el 'caso Bárcenas': ¿qué decir, qué explicaciones dar?
Ninguna convincente, claro. A
Carlos Floriano le toca siempre bailar con la más
fea. Seguramente para eso está, pero, lo digo desde el aprecio personal, ya no
convence a casi nadie ese tono de 'y tú más' con el que él y otros,
entre ellos la propia secretaria general del partido, tratan de disminuir
culpas propias para destacar la paja en el ojo del rival político. Lo mismo
podría decir de algunas intervenciones de los socialistas Oscar López y Elena
Valenciano, y no digamos ya de algún vocero del socialismo andaluz cuando le
toca hablar de los ERE, y vaya para ellos el mismo aprecio, porque en ningún
caso pongo en cuestión su honradez y entrega personal. Es, simplemente, que lo
que no puede ser, no puede ser, y hay que renovar las formas...y la forma
de tratar al ciudadano, a quien, por lo visto, se considera un menor de edad o
un mentecato.
Mal trago, desde ese punto de
vista, el que tuvo que pasar la vicepresidenta
Sáenz de Santamaría el viernes en
la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. Salió del apuro de los
ordenadores-sin-disco-duro diciendo que es que el PP funciona, en cuanto a
destrucción de datos, como una empresa privada. Dios mío. Y, en otro orden de
cosas, la 'número dos' del Gobierno ni siquiera pudo decir, cuando
la tormenta ha estallado en el Parlamento (que en Londres sí está abierto en
esta época del año) y en el Ejecutivo británicos a cuenta del tema, cuál es la
posición española respecto de la intervención que
Obama prepara en Siria. Y eso
que Sáenz de Santamaría es la persona mejor preparada de cuantas están a la
vista para ocupar el puesto que ocupa, y suele salir airosa de todos los
trances. Pero ocurre, ya digo, que aquí todo se deja para la voz autorizada y
omnipotente de
Mariano Rajoy. La única pega es que la voz presidencial se
escucha muy pocas veces, quizá por seguir la filosofía de que en boca cerrada
no entran moscas y de que, cada vez que dice una cosa, viene la realidad a
puntualizarla.
En fin, podría seguir, en
este resumen semanal, con algunas otras catástrofes políticas no bien
explicadas por los portavoces oficiales u oficiosos. A ninguno le arriendo la
ganancia cuando tenga que dar detalles de, por ejemplo, el presunto espionaje
del PSC, utilizando a los, ejem, 'espías' de Método 3, sobre la
dirigente del PP catalán,
Alicia Sánchez Camacho. O sobre las trapisondas de
ciertos personajes de Convergencia i Unió, para las que
Francesc Homs siempre
encuentra la misma razón: la maldad de Madrid. O las de algunos sindicalistas
en Andalucía a cuenta de los ERE, que tienen enmudecidos, pienso y espero que
de vergüenza e ira, a los máximos dirigentes de UGT y de CC.OO.
Renovar a los portavoces es,
claro está, un modo parabólico de decir que algo debe empezar a cambiar a fondo
en un país en el que nada menos que la mujer que quería liderar el PSOE sale
corriendo hacia el aeropuerto a la menor oportunidad laboral que encuentra,
porque, explica, no le dejan tener iniciativas dentro de su grupo
parlamentario. Cosa que, por cierto, desde ese grupo, tan presto a cargar la
mano sobre el partido de enfrente a la menor oportunidad, ha merecido un
silencio no sé yo si respetuoso o más bien culpable. Ya sé, ya sé que no
estamos hablando solamente de portavoces, sino del fondo de asuntos que hacen
enmudecer o balbucear a los portavoces. Es solamente, repito, que algo debe
empezar a cambiar y mucho, como repetía el lamentablemente fallecido maestro
Manuel Martín Ferrand, si nuestros representantes quieren recuperar algo de la
confianza de sus representados, o sea, de nosotros, los ciudadanos.
>>
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>