El regreso de las vacaciones es
ya un hecho. El de esos personajes a los que genéricamente se llama 'los
políticos', al menos. Nada nuevo bajo el sol de finales de agosto. Ya
hemos asistido al rechazo por la mayoría del PP de llevar al Parlamento los
líos del propio PP, comenzando por el 'caso Bárcenas'. Y hemos
asistido también a las autoexculpaciones de
Griñán, que se va del despacho
dejando en él a alguien que, en el fondo, es la continuidad absoluta al frente
de la Junta andaluza, sobre las irregularidades de los ERE. Parece que, en el
fondo, los ciudadanos nunca nos enteraremos a fondo de hasta dónde llegan las
implicaciones de casos como el del ex tesorero
Bárcenas o el reparto irregular
de fondos de ayuda al desempleo nada menos que en Andalucía.
Dice el socialista Griñán que,
dimitiendo, le marca el paso a
Rajoy, para que el presidente del Gobierno asuma
sus responsabilidades con lo ocurrido en el Partido Popular. Pero no me consta
que el hasta ahora presidente andaluz haya ido más allá en los intentos de
esclarecimiento de hasta dónde llegan las culpabilidades sobre los ERE. Lo
mismo digo de Rajoy en lo suyo.
Creo firmemente en la
honradez personal tanto de José Antonio Griñán como en la de Mariano Rajoy. Y
creo que ambos son culpables de haber vigilado poco y mal lo que se hacía en su
entorno. Griñán ha dimitido entre otras cosas para asegurarse de que su
sucesora,
Susana Díaz, sea la persona que él ha designado: no hubo primarias en
el PSOE andaluz -había, pienso, candidatos mejores-- y todo es más de lo
mismo, o seguramente peor. Por su parte, Rajoy ni ha dimitido ni piensa hacerlo,
ni posiblemente deba hacerlo, porque sus circunstancias son diferentes. Pero
explicaciones, lo que se dice explicaciones, uno y otro deben darlas más a fondo,
porque lo pide el resto de las fuerzas parlamentarias en los respectivos casos;
y el tener mayoría absoluta, la que tiene el PP, y la complicidad de IU, la que
tienen los socialistas andaluces, no puede ser barrera para las comparecencias
en las cámaras legislativas, que es donde hay que debatir las cuestiones
espinosas, donde la confrontación entre Gobierno y oposición debe producirse
sobre cauces civilizados, democráticos e inequívocos.
Así que la función del
Parlamento queda, en España al menos, sistemáticamente relegada. El combate se
sustancia en declaraciones en otros foros, a través de los medios: y, así, como
un misil más contra Rajoy,
Rubalcaba ha decidido ahora hacer públicos sus
salarios en el ejercicio de sus cargos políticos, de manera que la comparación
con el dinero ganado por Rajoy sea escandalosa. Me parece bien que ambos saquen
a la luz sus cuentas, que son las que pagamos los ciudadanos; me parecería
mejor que esa presentación estuviese obligada ante una comisión y que de ella
se sacasen todas las conclusiones .
España nunca será una
democracia completa mientras no se arbitren las reformas imprescindibles para
que el poder Legislativo cumpla su función equilibradora frente al Ejecutivo y
el Judicial. Los partidos y sus responsables saben que pueden eludir
fácilmente, y sin demasiado coste político, la fiscalización del Parlamento:
basta sustentarse en la mayoría obtenida en las elecciones, cuando las cosas
eran de otra manera. ¿Para qué diablos tenemos tantas cámaras legislativas
autonómicas, para qué el Congreso y el Senado, tan nutridos de Señorías
culiparlantes, si, en realidad, el poder parlamentario no cumple hasta el final
con su función?
Hay que cambiar el calendario
legislativo, obligando al Parlamento a trabajar más días; hay que cambiar los
reglamentos, hay que reformar a fondo el papel de la Cámara Alta, hay que
modificar, aumentándola, la representatividad de los escaños, hay que forzar
una mayor neutralidad de los presidentes de las cámaras...Solamente así
evitaremos espectáculos como los que hemos vivido, como siempre, en este
regreso al curso político: nada de debates comprometidos en el Parlamento
nacional, nada de verdaderos controles en el Parlamento andaluz. Porque lo
verdaderamente importante, para nuestros representantes, es conseguir un buen
titular periodístico -Rubalcaba, de líder de la oposición, ganaba la
tercera parte que Rajoy cuando tenía la misma condición-y no llevar el
debate hasta sus últimas consecuencias, hasta donde nos gustaría a los
ciudadanos.
Y, ya que hablamos de
titulares, me gustaría traer aquí, uno que pienso que está cargado de razón,
del vicesecretario del PP Esteban González Pons: 'que los líos de los
políticos no nos estropeen la recuperación económica'. Pienso lo mismo,
aunque, quizá, mi pensamiento no sea idéntico a la intención con la que Pons pronunció
su frase: porque los 'líos' los están organizando todos los
políticos, no los de este o aquel partido.
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El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>