Hace no mucho tiempo hablaba con un
amigo, político en ejercicio, sobre las características que debería tener la
persona que andaban buscando en su ciudad -no Toledo, ¡líbreme Dios del
diablo!- para liderar los programas de cultura. Yo entiendo que la cultura y la
gestión de la cultura establecen un
modelo de ciudad que no se acompasa a la masa sino que pretende transformar la
sociedad a algo mejor. Creo que la
cultura es innovación y creatividad, que hay que ir un paso por delante, que no
es quietismo ni pasado. En cambio mi nada culturalmente progresista amigo me
decía que no quería para el puesto un hombre de ideas, un "creativo".
Lo que buscaba era -según sus palabras- alguien "sólido y más tradicional", lo que en román
paladino significa: "alguien que no "cruce la línea", alguien con
sentido "del común" pero que no sea un "intelectual" (esto de intelectual lo
decía con un cierto retintín). No nos pusimos de acuerdo, pero comimos
opíparamente en un restaurante que me alabó por lo moderno en la deconstrucción
de los platos. ¡Asombroso!, pensaba yo para mis adentros, qué diferencia entre
las ideas sobre la cultura y sobre la comida tiene este menda tan
contradictoria. Mi amigo paladeaba creatividad en cada bocado ¡y le parecía muy
bien! pero, en cambio, no estaba por la labor de favorecer el fomento de las ideas
culturales innovadoras en su ciudad. "Todo río que no va por su cauce es un
problema", afirmaba con su pensamiento de hondo peso tradicional y de un
pragmatismo mal entendido. Asombroso de nuevo. "No importa que no se avance,
cuantos menos puntos de referencia cambies, menos se van a meter contigo".
Perfecto, le dije, si por ti fuera no se hubiera inventado la rueda, porque
nadie necesitaba ruedas antes de que estas fueran inventadas. Ahí lo dejamos.
Nos sirvieron unos postres voluptuosos y nunca vistos. Le faltaron palabras
para alabar al repostero.
La
cultura debe servir no para aborregar, sino para desarrollar el sentido crítico
de las personas, y sólo hay avance si hay innovación, cambio de referencias y
sentido crítico.
Uno de los mayores escollos contra
la creatividad es el conformismo. La sociedad conformista quizá es feliz en su
quietud, pero es terrible que un dirigente que busca el avance establezca sus
parámetros de pensamiento en el
conformismo, en la tradición, en la nada.
Al menos seis recursos personales
debiera tener, en mi opinión, esa persona que nunca contrataría mi amigo, para
combatir la conformidad: inteligencia, conocimiento (preparación), estilo de
pensamiento (cómo usar la inteligencia y el conocimiento), personalidad
(fundamental para defender nuevas ideas en un entorno refractario), motivación
y contexto.A lo dicho habría
que añadir la influencia de la perseverancia, la voluntad, la
tolerancia, la apertura y el coraje en la búsqueda de creatividad en una cultura
conformista (como la nuestra).
¡Ah! y la creatividad ni es de
izquierdas ni de derechas. Mantengo la amistad con esta persona, pero no hemos
vuelto a hablar de estas cosas ¿para qué? ¡Con lo bien que se come con ella!
Antonio Illán Illán
Escritor y profesor
Toledo
http://antonioillan.blogspot.com.es/