Cifuentes y la zafiedad de algunos
jueves 22 de agosto de 2013, 16:21h
Si de algo estamos sobrados en España es de
problemas: Bárcenas, Gibraltar, un PP inquieto, un PSOE con poco o
ningún norte, dineros que UGT de Andalucía amaña para pagar pancartas,
paro, etc... Todos ellos son susceptibles de muchas crónicas y
reflexiones, de preocupación e inquietud, pero debo admitir que en las
últimas horas ha habido algo que, además de ponerme mal cuerpo, ha
indignado a muchos.
La delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes permanece
ingresada en la UCI de La Paz después de un accidente que bien podría
haberle costado la vida. Afortunadamente no ha sido así. Está en unas
manos extraordinarias con el dato a favor de los médicos y de ella misma
que es una mujer fuerte y luchadora. Quienes la conocemos sabemos de su
vitalidad, de su discurso coherente --¿Quién no se equivoca cuando está
expuesta al público?--, de su defensa a ultranza de los derechos de los
ciudadanos y del respeto a la ley. Quienes la conocemos sabemos que se
está dejando la piel y que no tiene más ambición que "acabar mi mandato
sin equivocarme demasiado".
Es verdad --¡solo faltaba¡-- que la clase política ha estado y
está pendiente de su evolución. Gentes de su partido, del PSOE y muchos
ciudadanos han hecho llegar de manera directa y personal su apoyo y
aliento a su familia pero todo esto que es lo normal cuando una persona,
sea cual sea su ideología o su responsabilidad política, es lo propio
de un país civilizado, se ha visto empañado por auténticos alardes de
zafiedad.
El cobijo de los zafios es, de manera prioritaria, el twitter.
Algunos son perfectamente identificables, pero otros muchos se ocultan
en el anonimato y en la ausencia de límites. Muchos son absolutamente
deleznables que delatan no solo un extremado mal gusto, sino un
sectarismo que asusta. Cuando murió Santiago Carrillo ocurrió algo
parecido y en ambos casos nos descubren un sector de opinión pública
formada por sujetos, en mi opinión, indeseables. La discrepancia, la
critica, el desafecto no da derecho a todo y menos cuando la "víctima"
es doblemente victima: víctima de una desgracia de la que solo los mal
nacidos pueden alegrarse e incluso llegar a desear que su sufrimiento
sea definitivo.
Nadie se merece que los demás se jacten de la desgracia de un
compatriota y el ser un personaje público no da derecho a los demás a
tratarle peor que a un animal. En ocasiones he lamentado mi decisión de
no formar parte de esa gran plaza pública que es twitter, pero visto lo
visto he optado por reafirmarme por vivir ajena a la muchedumbre. No
seré yo quien desprecie el valor de las nuevas tecnologías. El twitter
es utilizado también por personas bien dignas pero al final, son los
indeseables quienes más se hacen oír.
Pero la zafiedad no acaba en la red. Resulta que en la tradicional
protesta de médicos de La Paz que se celebra todos los jueves, ayer, un
centenar de ellos pidieron, voz en grito, que la delegada del Gobierno
abandonara ese hospital para irse a la sanidad privada. La reclamación
de derechos, la crítica por las decisiones políticas adoptadas, la
denuncia de carencias esta amparado por el estado de Derecho, pero el
cariz de la protesta de ayer resulta bochornoso e impresentable.
Cristina Cifuentes es una mujer, una española, una ciudadana que paga
sus impuestos y los médicos que ayer pidieron que fuera expulsada de un
hospital público, se lo tienen que hacer mirar porque lo que
hicieron no es propio de quienes ostentan una de las profesiones más
dignas de cuantas pueden existir. A muchos nos parece que esos médicos
se han manifestado como pura chusma.
Cuando Cristina Cifuentes reciba el alta, la curiosidad_ella lo
es_le llevará a enterarse de todo y, con toda seguridad, quitará hierro
al asunto, pero el espectáculo es más que bochornoso. Y deprimente.