martes 20 de agosto de 2013, 16:15h
Cuando la música se confunde con el ruido
entonces algo no va bien, que se lo digan a una pianista de Puigcerdá
que ha sido demandada por su vecina que estaba harta de escuchar cómo
tocaba el piano. La discusión ha llegado a los juzgados dónde la
Fiscalía pide siete años de cárcel para la joven pianista. Nos podemos
preguntar qué hubiera pasado si en lugar de tocar el piano que emitía
sonidos por encima de los treinta decibelios hubiera sido batería de
grupo heavy. El antecedente de músico multado por ensayar en casa fue un
niño de siete años al que los municipales de Tarragona atizaron una
multa de ochocientos euros por las quejas vecinales.
Todos admiramos a Mozart pero no nos hubiera gustado asistir a sus
inicios infantiles en el piano; también queda acreditado que nada hay
mas peligroso que la vecindad. Por ejemplo, los vecinos de Bárcenas en
aquellos días de acoso permanente al portal, cada vez que regresaban con
la bolsa del pan les grababan por si acaso; y si coincidían con ellos
también aparecían en los planos de recurso como actores secundarios. Hay
que reconocer que aguantaron varios meses sin presentar denuncia en el
juzgado por estrés continuo y por tener que salir siempre hechos un
pincel, ¡cualquiera se arriesgaba a tirar la basura en chándal con esa
presión mediática al acecho!
Puede ser peor si eres vecino de político activo en vacaciones que
no deja el móvil ni para bajar a la piscina porque se pasa el día
metido en entrevistas y en declaraciones. Los políticos hablan dos
veces: primero durante la entrevista y luego con su jefe para contarles
lo que han dicho y recibir la reconfortante palmadita en la espalda.
Tampoco nadie dice nada acerca de esos sufridos vecinos que participan
de la vida política en calidad de secundarios obligados, ellos también
merecen una recompensa por los daños causados tanto por la intensidad de
los decibelios como por las chorradas que se ven obligados a escuchar
sin poder entrar en el debate. Cuentan que al Ministro del Interior le
han salido este verano unos vecinos de balneario muy respondones, se
trata de un grupo de jubilados que le gritan a Fernández Díaz "¡ministro
dimisión!" cada vez que se cruzan con él por los pasillos del balneario
de Fitero en Navarra.
Demandar a una vecina por tocar el piano parece una desmesura pero
hay que ponerse en la piel de la demandante que tuvo que coger una baja
por estrés. Habría que escuchar a los vecinos de Bárcenas o a los de
Belén Esteban, todos ellos sometidos a la presión de las cámaras
veinticuatro horas al día. Un exceso, una calamidad, una exageración en
colorines digna de una tesis sobre "Sálvame"