Me parece que ha sido, cómo
no, la ingeniosa candidez de la delegada del Gobierno en Madrid,
Cristina
Cifuentes, la que ha hablado de una 'guerra de tacones' por el
poder político en España. Se refería Cifuentes -pienso que ella misma
embarcada en su particular escaramuza para hacerse con la alcaldía de la
capital, quizá contra la titular actual,
Ana Botella--, claro está, a esa sorda
lucha de influencias cerca del origen de todo poder,
Rajoy, lucha protagonizada
por la vicepresidenta
Soraya Sáenz de Santamaría y la secretaria general del
Partido Popular,
María Dolores de Cospedal. Con la ex presidenta de la
Comunidad madrileña,
Esperanza Aguirre, como telón, cada día más distante, de
fondo: ella ni aspira ya a otra cosa que no sea mantenerse como conciencia
crítica de lo que no le gusta -que es mucho-en su partido y en su
Gobierno, ni la dejarían tampoco hacer algo diferente a lo que hace, que ya
fastidia bastante a algunos.
Cierto: Rajoy, me parece que
irremisiblemente abocado a hacer cambios en profundidad en su Gobierno y en su
partido, se ha apoyado en dos mujeres y en cuatro hombres a la hora de realizar
la mayor parte de los muchos cambios, con minúscula, que no han logrado ser 'el
Cambio', con mayúscula, en su año y medio largo de mandato. Pero la
coexistencia entre Sáenz de Santamaría, que no se mete (demasiado) en
cuestiones de partido, y Cospedal, que evita (algo) inmiscuirse en las cosas
del Ejecutivo, parece ya imposible. La relación no funciona, y eso afecta a la
tercera rueda del poder, el grupo parlamentario, dócil instrumento en manos del
Ejecutivo, como no podía ser de otra forma. De los cuatro hombres en los que
Rajoy colocó el peso de la marcha del Estado reformista, dos han fracasado ya
irremisiblemente: el titular de Justicia,
Alberto Ruiz-Gallardón, no será nunca
la alternativa al inquilino de La Moncloa -él mismo ha tenido que
descartarse tras varias meteduras de pata--, y el vicesecretario general del
partido, Javier Arenas, habrá de ser públicamente defenestrado por su cercanía
a los manejos de Bárcenas (y compañía): ya jamás será ministro, como quiso, ni
fuente de ministrables.
Así que Rajoy tendrá que
decantarse, en la 'guerra de tacones' que todos, por supuesto,
desmienten oficialmente, entre SSS y MDdeC. Y no me cabe la menor duda de quién
va a ganar en esta guerra de influencias: la vicepresidenta hace una labor
constante, callada, generalmente bien aceptada, mientras que la secretaria
general ha pisado demasiados callos, ha suscitado excesivas polémicas y acumula
un poder inabarcable para una sola persona: no se puede dirigir con mano de
hierro en guante de plomo un partido de más de setecientos mil militantes y una
influencia sin precedentes y, al tiempo, tratar de controlar una Comunidad autónoma
con más de dos millones y medio de habitantes, cinco provincias y un montón de
problemas territoriales y políticos. De la misma manera que todos piensan que el
presidente habrá de optar por dar el mayor poder económico a
Montoro o a
Luis
de Guindos -la balanza se inclina a favor del segundo, me parece--,
estando el primero, como está, enfrentado también al titular de Industria,
Comercio y Turismo,
Soria, y con no demasiada cercanía a otra ministra económica
emergente, la titular de Empleo
Fátima Báñez.
Supongo que, con Sáenz de Santamaría
a la cabeza, Rajoy se va a rodear de un núcleo duro, potenciando, para lo que
sea -porque, además de como posible comisario europeo, suena como candidato
a la Junta andaluza-a
Miguel Arias Cañete; y a Guindos, a Báñez, a gentes
como
José Luis Ayllón o
José Manuel García Margallo, a Est
eban González Pons -a
quien maniobras en la oscuridad dejaron sin el Ministerio que luego ocupó Ana
Mato--. Y dejando caer, por excesivamente controvertidos, a la propia Mato o al
titular de Educación,
José Ignacio Wert. Al tiempo, rodeándose, en La Moncloa, de
asesores menos polémicos de lo que son algunos de quienes le rodean.
Relativamente nuevas/viejas
caras para sustituir a rostros antiguos; o que algo cambie para que todo siga
sustancialmente igual...en la medida de lo posible. Porque la continuidad de
muchas tesis, de algunas posiciones, va a ser tan difícil como la pervivencia
en las mismas poltronas de algunos rostros, por más queridos que sean para
Rajoy, por más promesas que les haya hecho de pervivencia. Con el otoño llega
la crisis, por mucho que la fuente-de-todo-poder trate, siga tratando, de
retrasarla. Los tacones de esta guerra, al fin y al cabo incruenta, no están, parece,
tan lejanos.
>>
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>