viernes 09 de agosto de 2013, 16:19h
No es la primera vez, si será la última, que Gibraltar se convierte en
noticia. Si nos quedamos con lo más prosaico podría parecer que el
famoso "se acabó el recreo en Gibraltar" del ministro Margallo ha sido
el detonante de esta nueva crisis. No se puede decir que fuera una frase
muy diplomática, pero, ¡ojalá¡ el problema fuera la frase del ministro.
En esta ocasión, el detonante ha sido la arrogancia de las autoridades
gibraltareñas, ordenando lanzar a aguas españolas_y no británicas_moles
de cemento con ganchos. Justo en las aguas_hay que insistir que son
españolas-- en las que cientos de pescadores españoles se ganan la vida,
cosa que ahora no pueden hacer porque esas moles de cemento les hace
imposible faenar en esos caladeros. Primero, han conseguido que los
pescadores españoles no faenen, pero el objetivo último no es otro que
ganar terreno al mar y así expandir su territorio.
Soy de las que creo que ni mis hijos ni los hijos de mis hijos
verán a un Gibraltar español. Que Europa contemple con absoluta
normalidad una colonia en el siglo XXI no deja de ser llamativo. A estas
alturas de la historia Gibraltar es, cuando menos, una extravagancia
política y, por supuesto, fiscal. Pero ahí está y seguirá estando, de
manera que lo inteligente es buscar los acuerdos más inteligentes
posibles que pongan a salvo los derechos de los ciudadanos españoles y
que los llamados "llanitos" en lo que a fiscalidad se refieren dejen de
vivir en el reino de jauja.
En medio del fragor, de comunicados ingleses y españoles que dan
versiones no coincidentes, de colas de coches porque el extravagante
Gibraltar no forma parte de territorio Scheggen... en medio de todo
esto, Gran Bretaña anuncia maniobras navales. Defensa ha dicho que es
normal y que lo suyo es "aparcar" en Rota, que es donde está la base de
la OTAN. Es más que probable que alguna fragata se cuele a aguas
jurisdiccionales españolas pero si algo hay que descartar es que esto
acabe a cañonazos. Gran Bretaña, muy seguros de sí mismos, optan por
jugar a barcos y España, que también debe sentirse muy segura de sí
misma, debe huir del terreno en el que al parecer algunos pretenden que
juguemos.
Entre amigos y aliados, los problemas se solucionan hablando, pero
no de cualquier manera y para buscar meros apaños. Se impone el diálogo
como una única herramienta, pero los objetivos deben quedar claros de
antemano. No es descabellado exigir que retiren las moles de hormigón.
No es pavoroso que además del diálogo entre España y Gran Bretaña, la
Unión Europea tome cartas en el asunto para evitar que Gibraltar sea un
auténtico y vergonzoso paraíso fiscal y no estaría de más establecer un
censo correcto de los "llanitos" que cotizando en Gibraltar, que es lo
mismo que no cotizar, viven en territorio español, beneficiándose
gratis total de los servicios españoles.
No es cuestión de jugar a barcos, pero si Cameron no ordena
retirar las moles de cemento de manera inmediata, Rajoy, de ninguna de
las maneras debe renunciar a las legítimas herramientas de presión y
todo ello sin caer ni en estridencia ni en discursos patrióticos que
sólo conducen a la melancolía. Basta con actuar de manera que quienes se
tienen que enterar, se enteren que ya va siendo hora.