miércoles 07 de agosto de 2013, 16:17h
Más inaudito que la expresión pública de un
alcalde, en sede municipal y en el curso de un pleno, de su comprensión
de las prácticas exterminadoras de quienes se sublevaron violentamente
en 1936 contra el gobierno y el estado legítimos de la República
Española, más inaudito que eso es, si cabe, que su partido no le haya
llamado siquiera la atención por lo que en cualquier país civilizado y
democrático de Europa conllevaría un severo reproche social, moral y
penal. Que la dirección del Partido Popular no haya recriminado al
alcalde de Baralla, Lugo, por la indecencia de decir que los que fueron
condenados a muerte por el franquismo se lo merecían ("Os mortos do
franquismo será que o merecían"), rebasa absolutamente lo que puede
tolerarse a un partido que no es que tenga responsabilidades de
gobierno, sino más poder que el que ningún otro haya tenido nunca en
España.
Que Manuel González Capón, el alcalde de Baralla, simpatice con el
franquismo hasta el punto de justificar públicamente la sanguinaria
represión de los sublevados en una región donde no hubo guerra ni se
disparó apenas un tiro, queda para su conciencia, no muy despejada al
parecer, pero el hecho de que tras sus declaraciones en el pleno
siguiera ostentando la representación legal de sus convecinos un minuto
más, rebaja la calificación de la democracia española a bono basura, y
sin perspectivas ningunas de mejorar. "Será que o merecían". Pensar de
otra manera, o sea, pensar, mantenerse leal al régimen democrático que
el pueblo español se había dado en elecciones libres, ser afiliado a un
sindicato o a un partido, o poseer, sin más, alguna propiedad o algún
bien que los rebeldes fascistas codiciaran, hizo merecedores a miles de
gallegos, según parece, a la cuneta y al paredón. Mola, el cerebro del
Golpe, solía decir que si se encontrara a su padre en las filas
contrarias, lo mandaba fusilar.
Si se trata de merecimientos, está claro que el tal González Capón
no merece ser alcalde de Baralla ni de ningún sitio. También que
quienes le otorgan el silencio cómplice no merecen gobernar un país que a
causa del franquismo precisamente se precipitó en el horror, el atraso,
la miseria, la estupidez y la oscuridad.