Una localista teoría de la relatividad
martes 06 de agosto de 2013, 17:35h
No, no estoy desvariando por más que me afecte a la psiquis
mi estancia veraniega en el pueblo. La teoría de la relatividad que les voy a desarrollar en este artículo
nada tiene que ver con Einstein sino más bien con el modo en que nos manipulan
en esta sociedad de consumo en la que estamos viviendo. Cuando te encuentras
inmerso en el totum revolutum del día a día, bombardeado por las docenas de
medios de comunicación social que, desde la tele a la radio, pasando por la
prensa escrita, internet y los móviles de última generación, que crean a tu
alrededor una especie de burbuja informativa de la que es difícil escapar, te
fabricas un mundo que es bastante artificial y que está alejado de la realidad
en la que viven millones de personas a lo largo y ancho del planeta. Esa
realidad mediática nos suele confundir y crear falsos escenarios en los que uno
piensa que se mueven la inmensa mayoría de las personas. Nada más falso.
Hace escasos día leía en una novela negra típica de las
vacaciones, un thriller de John Case, un párrafo que me llevó a la meditación.
"Realmente -decía el autor-estamos solos e indefensos en el mundo. Los coches
tienen accidentes, los aviones se caen, las enfermedades se contagian y las
balas perdidas matan a inocentes, Realmente vivimos en un miserable mundo de
despojos, No tenemos más control sobre nuestras vidas que un conejillo de
indias. Por eso es por lo que la gente reza, por lo que la gente toma pastillas
o alcohol, por eso se toca madera y se escriben cartas al director. No son más que
maneras de mantener viva la ilusión de que la vida es justa o al menos
soportable. Sólo que todo es un engaño porque las vitaminas no valen para nada,
nadie lee las cartas al director y no parece que nadie escuche los rezos". En definitiva, que estamos en manos de una
superestructura social que, como el Gran Hermano de Orwell, nos conduce por los
senderos que ella desea para evitar que pensemos por nosotros mismos.
Te das cuenta de todo ello cuando, como me ocurre a mí en
estos momentos, te distancias de esa realidad subjetiva impuesta por los medios
de comunicación. Si estás tan sólo una semana sin poner la tele o la radio y
sin echarle una ojeada a internet. Te das cuenta de la relativa importancia que
casos como el de Bárcenas o el de los EREs fraudulentos, tan trascendentales en
los informativos de casi todas las cadenas, tienen en tu vida personal. Ni
siquiera el accidente de Santiago, que tanta horas de debates ha provocado en
las tertulias, da para un somero
comentario. Estos días de relax y aburrimiento en mi pueblo me están
sirviendo para poner muchas cosas en su verdadero lugar. Aquí sales a la calle,
hablas con unos y otros en la barra del bar, en los kioscos del paseo o en la
baranda de los parados, y nadie cita a Bárcenas ni a Griñán. Las conversaciones
giran sobre el calor, sobre las próximas fiestasantos o sobre la ruina
económica que se cierne en un pueblo donde el monocultivo del olivo, amenazado
por la nueva OCM europea, es su principal fuente de ingresos.
Pero, claro, en todas partes cuecen habas y si llevas la
conversación al terreno político, aquí las quejas no van contra Bárcenas o Griñán ,
contra Rajoy o Rubalcaba, contra los paisanos jiennenses Zarrías o Montoro, sino contra algunos que cometen las mismas
barbaridades a la pequeña escala de un pueblo de apenas cinco mil habitantes en
el que los negocios de hostelería son básicos para sacar adelante un buen
número de economías familiares. Se ha declarado una especie de "guerra" entre
los negocios hosteleros más representativos a cuenta de un nuevo local
recientemente abierto en el Paseo, a modo de "chill out", que es propiedad de
la concejala de Comercio del Ayuntamiento. Al parecer, mientras otros
establecimientos de la misma categoría (pubs y bares de copas) no pueden sacar
mesas a la calle y tienen limitado su horario de apertura hasta las dos de la
madrugada, éste parece tener barra libre para saltarse cualquier prohibición.
Sin entrar a analizar el fondo de la cuestión, porque lo desconozco, no parece
muy ético que la dueña del citado local sea la política encargada de dar los
permisos de apertura y las licencias municipales. A eso se llama tener la sartén
por el mango, y el mango también. Algo no cuadra en este asunto doméstico que
puede obligar a cierre a otros establecimientos que están siendo controlados de
manera exhaustiva. Y es que, dada la débil economía de la zona, estos negocios
de la hostelería parecen ser los que más atraen a los políticos que han tenido
algún cargo en el Ayuntamiento. Seguiré informándoles de estas pequeñas cosas
que no son sino un ejemplo pequeño y local de lo que ocurre en esta España de
charanga y pandereta, desfalco y pillería en la que nos ha tocado vivir. Como
ven, y pese a todo, voy remontando el vuelo negativista de los primeros días y
retornan mis hábitos sobre la polémica. Ladran, luego cabalgamos.