Celebrado el pleno, ahora ¿qué?
jueves 01 de agosto de 2013, 16:25h
Llegó sonriente y distendido. Sin atisbo de
gravedad en su rostro y con serenidad de plomo afirmó que se equivocó,
que Bárcenas le engañó, que no iba a dimitir ni a convocar elecciones.
Afirmó de sí mismo ser una persona recta y honrada no sin antes
constatar algo que ya era obvio antes de que se iniciara la sesión y es
que lo que dijera iba a resultar insuficiente.
Sorprendió el Presidente porque a los tres minutos de subir a la
tribuna entró de lleno a hablar de Bárcenas. Le citó hasta en trece
ocasiones y una vez más empeñó su palabra tanto sobre su honradez
personal como la de su propio partido. Su discurso fue un discurso bien
armado, brillante y más contundente de lo que algunos esperaban pero
insuficiente como bien se esperaba.
Rajoy, una vez más ha defendido su teoría de la presunción de
inocencia para recordar que lo que hay que demostrar es la culpabilidad.
Esta no es una teoría, es una norma básica del estado de Derecho.
Establecer lo contrario es encumbrar la infamia y la difamación de la
que todos podemos ser víctimas.
El Presidente del Gobierno ha satisfecho a los suyos y una vez más
ha comprometido su palabra. Si los hechos que resulten probados
contradicen algunas de sus afirmaciones, la dimisión sería inevitable.
Pero ¿y si lo que dice Bárcenas se muestra falso deberá alguien pedir
perdón?. ¿Debería algún portavoz desdecirse de lo que ayer dieron por
cierto y probado?. Rajoy ayer se supo juzgado y condenado por muchos
grupos, pero de manera especial por Alfredo Pérez Rubalcaba.
El líder de la Oposición, en su intervención claramente acusatoria
y condenatoria de Rajoy, no dejó sitio para lanzar un buen discurso
político que bien podría haber ahormado sin rebajar un ápice su labor de
Oposición. El líder del PSOE se abrazó en demasía a los papeles de
Bárcenas, y de ahí sacó consecuencias, entre otras, las de concluir que
Rajoy era un problema para España por lo que debía dimitir. La negativa
de Rajoy fue rotunda, entre otras cosas porque "no soy culpable de
nada".
Rajoy ya ha dicho lo que va a hacer y sabe bien que se arriesga a
posibles nuevas declaraciones o papeles de Bárcenas. Ha asumido el
riesgo de que su palabra permanezca en la picota. Pero Rubalcaba. ¿Qué
va a hacer Rubalcaba?.
Ayer el líder de la Oposición apostó demasiado fuerte, hizo
acusaciones muy contundentes y planteó exigencias muy definitivas. ¿Va a
quedar aquí la tarea del PSOE?. Anunció Rubalcaba que su partido no iba
a consentir que el asunto Bárcenas se "metabolizara" por la sociedad,
lo que hace pensar que de una u otra manera lo van a mantener abierto.
Como Rajoy no se siente culpable no va a dimitir. Como Rubalcaba
le considera culpable ¿Qué va a hacer? . La coherencia política y la
gravedad de sus certezas debería llevar al PSOE a la inmediata
presentación de una moción de censura. Ayer, casi de rondón, Rajoy ganó
una moción de confianza, la confianza de los suyos que son los que dan
estabilidad al Gobierno.
El debate, por lo demás, fue un debate triste. No hubo ni una sola
reflexión de fondo, ni el más mínimo atisbo de discurso político que no
fuera lo previsible* una lástima de sesión en la que, eso sí, se vio a
un Rajoy seguro de sí mismo y que, al margen de que se le crea o no se
le crea, trató de marcar doctrina para que los propios políticos no
quedaran al albur de infamias o difamaciones.
"¿Cuántos de lo que están aquí deberían haber dimitido?". Tiene
toda la razón el Presidente, ¡cuántos se han visto enredados en
supuestas firmas falsas para cobrar dietas o de haber realizado tráfico
de influencias!. Bueno será establecer normas claras, criterios
compartidos para pedir o no dimisiones.
Ayer la Oposición se salto a la torera estas precauciones. Rajoy
se cuidó mucho de no citar a José Blanco, ni a Uxue Barko, ni a
Magdalena Álvarez (ya imputada) ni al partido de Mas. La oposición entró
a saco y ya no pueden sorprenderse ni lamentarse si con ellos se
aplica, llegado el caso, la misma vara de medir.
Personalmente prefiero verme sorprendida en la buena fe que acusar
antes de tener certezas. Por eso siempre creí y defendí la presunción
de inocencia de José Blanco o de Uxue Barko, a la que se le atribuyó
haber firmado por delegación unas supuestas dietas. Y por ello creo y
defiendo la presunción de inocencia de Rajoy cuya palabra me merece más
crédito que la de Bárcenas y avanzo que creeré y defenderé la presunción
de inocencia de José Antonio Griñán si, como se augura, la juez Alaya
acaba imputándole. Lo dicho, un triste debate el que ayer presenciamos.