Apariencia de paricalidad
miércoles 31 de julio de 2013, 16:19h
Esa simple apariencia de parcialidad fue la
causa por la que se apartó al magistrado del Constitucional Pérez Tremps
del estudio y resolución del recurso presentado por el PP contra el
estatuto catalán. Ahora éste partido invoca y apela a la Constitución
para defender con uñas y dientes la permanencia de uno de los suyos
Francisco Pérez de los Cobos, al frente del alto tribunal.
Se niegan a que comparezca en el Congreso, donde debería explicar
por qué ocultó a los senadores que tenían que valorar su idoneidad, un
dato que sí supera la apariencia de parcialidad como era su militancia
en el Partido Popular, su asesoramiento en proyectos de ley, sus
trabajos y conferencias para la fundación FAES, en fin todo lo que
conlleva militar en un partido y aceptar su disciplina.
No se trata de que su caso sea inconstitucional, que ya sabemos
que no lo es, es simplemente bochornoso, éticamente deplorable y
funcionalmente inoperativo. Tienen razón los gobiernos autonómicos que
van a recurrir sus resoluciones, e incluso los particulares que vieron
rechazados sus recursos. Su participación en temas de marcado contenido
político, como son casi todos los que llegan al Constitucional (al que
se ha convertido en una tercera cámara legislativa ), invalida por
apariencia de parcialidad, si no por disciplina partidista, las
sentencias.
Si ya una de las instituciones más importantes del Estado,
garante de las libertades y derechos recogidos en la Carta Magna, había
sido seriamente dañada en su prestigio por las luchas partidistas, por
la no renovación de sus magistrados a la espera de que los partidos
tuvieran la mayoría suficiente para imponer a los afines, ahora se
descubre que el propio presidente del Constitucional esta "contaminado",
que no piensa explicar a sus señorías por qué se guardó esa información
comprometida, y que no tiene la menor intención de dimitir aunque sólo
sea por devolver la dignidad a la institución.
La "ocupación" por parte de los voraces partidos políticos de
todas las instituciones del Estado es una de las causas del deterioro
democrático que padece este país y de la impunidad ante la corrupción de
la que goza la clase política. Sólo teniendo todos los poderes del
Estado bajo control se puede actuar con la falta de ética política y
personal con que lo han hecho dirigentes de todos los partidos en cuanto
han tenido la menor parcela de poder. El "ahora me toca a mi
aprovecharme" ha vaciado las arcas públicas, ha dilapidado el dinero de
los contribuyentes y ha llevado a la clase política su nivel más bajo de
aprecio popular.
Después del escándalo de las lujosas vacaciones de Carlos Dívar en
el Supremo, pagadas por todos los españoles, ya sólo faltaba un golpe
de muerte al Constitucional donde, por cierto, el PP, que se negó a
renovar su plantilla en tiempos de Zapatero, ha conseguido ahora imponer
una mayoría conservadora.
¿Cómo van a confiar los ciudadanos en la imparcialidad de la
Justicia, ese imprescindible poder del Estado, si el Fiscal
General depende del Gobierno, el presidente del Tribunal Supremo y del
Consejo General del Poder Judicial se eligen por la mayoría de
magistrados elegidos a propuesta del PP, y por último, el presidente del
Constitucional ha sido hasta antes de ayer militante de ese partido?
No es apariencia de parcialidad; en realidad es recochineo.