Los vecinos de Angrois
lunes 29 de julio de 2013, 16:19h
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El problema de
nuestra época no es hacer más perfectas las máquinas sino más cabales los
hombres que las manejan. Es más importante la formación integral que la
formación técnica. Contando con personas dotadas de las clásicas virtudes de
prudencia, justicia, fortaleza y templanza se puede confiar con más seguridad
que contando con simples expertos en manuales de instrucciones. En la tragedia
ferroviaria de Angrois pudimos ver la imagen en televisión, reiterada en los
reportajes gráficos de la prensa, de un maquinista con un teléfono móvil pegado
a su cabeza, aún ensangrentada. No sabemos con quien ni para que quería hablar
pero, por lo que vimos, estaba comunicado después, como debía estarlo antes de
la catástrofe. Comunicado para lo superfluo e incomunicado con la realidad.
Funcionaban mejor las servidumbres del tecleo electrónico que las reacciones
lógicas o las redundancias de seguridad. En el mismo lugar, las mantas caseras
de los vecinos de Angrois y los esfuerzos para romper los cristales de los
vagones con piedras o con hachas de partir leña, simbolizaban todo lo
contrario, la solidaridad y los reflejos primarios y realistas ante las
urgencias del momento. Los vecinos de Angrois no perdían el tiempo en contar
historias a interlocutores distantes sino que se ocupaban de actuar
directamente sobre el terreno. Probablemente eran gentes sencillas, sin un
proceso de adiestramiento para afrontar emergencias, pero con reacciones
espontáneas y naturales de ayudar con lo que tenían a mano. No conozco las
actividades laborales de los vecinos de Angrois, pero no creo que estén
especialmente basadas en la alta tecnología y que aquel lugar sea una especie
de Silicon Valley. Quizá, por ello, sus reacciones naturales y espontaneas no
han sufrido la degradación del hombre adormecido por la superstición de la
tecnología infalible y reflejan la generosidad de un instinto sin reservas. Las
mantas caseras que cubrían los cuerpos desfallecidos, antes de que llegasen
esas cubiertas de aluminio que dan aire de chocolatinas a los cadáveres, eran
como banderas gloriosas de solidaridad.
La tecnología
ha creado una sociedad materialmente avanzada y confortable, pero repleta de
nuevos riesgos que no se pueden afrontar exclusivamente con automatismos
presuntamente seguros sino con sentido de la responsabilidad de quienes manejan
los entramados, cada vez más complejos, de los sistemas de control y
vigilancia. En última instancia, la clave es siempre personal. Se trate de un
programador, de un informático, de un ingeniero, de un capitán, de un
conductor, de un analista, de un cirujano, de un juez o de un votante en un
proceso electoral, siempre hay una persona responsable y todo está condicionado
por decisiones humanas. Por ello, la política de selección de personal es la
más importante. El exceso de confianza en la tecnología hace olvidar otras
facultades como el ojo clínico de los médicos, la intuición meteorológica de
los campesinos, la habilidad de los artesanos, la sagacidad de los diplomáticos,
la táctica de los luchadores, que se van atrofiando con la preparación
exclusivamente reduccionista de la formación profesional especializada. Por
ello, el progreso exclusivo de la tecnología se produce, en muchas ocasiones,
descuidando el cultivo integral de las personas. Pero el desarrollo de las
nuevas capacidades tecnológicas de la humanidad exige un desarrollo
proporcionado del sentido de responsabilidad. No es segura una sociedad de
personas poseedoras de mayores potencias físicas y mejores sistemas de
comunicación manejadas por seres de caracteres menos equilibrados, con cultura
general más precaria y menor capacidad de criterio. Las deficiencias de la
educación se reflejan, antes que en insuficiencias instrumentales, en la
ausencia de sentido común. No hay que rebuscar indicios y conocimientos en las
llamadas "redes sociales" sino en el contacto sensato y directo con los sabores
antiguos latentes en la tierra compostelana de Angrois, lugar de La Grandeira.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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