No sé escribir sobre tragedias
lunes 29 de julio de 2013, 14:41h
No he escrito ni
una sola línea, hasta hoy, sobre el terrible accidente del Alvia en la
silenciosa anochecida de Angrois, tan magistralmente descrita por Alvite. La
profundidad de dolor del estas tragedias, el horror que me producen, es una
daga que hiere el corazón de la persona mucho más hondamente que la capacidad
de análisis del periodista que, imagino, aun llevo dentro. No sé escribir sobre
estas cosas. Alguna vez he dicho que a lo largo de mi vida profesional lo más
peligrosos que he hecho ha sido cubrir la rueda de prensa tras un consejo de
ministros.
Por eso admiro a tantos compañeros, por eso he preguntado miles de
veces a mi amigo Manu Leguineche qué le impulsaba a escribir su crónica matinal
de la guerra de turno en hoteles que al atardecer eran pasto de las llamas bombardeados
por unos y por otros. He visto las fotos de Gervasio Sánchez, he llorado la desaparición de muchos compañeros
y al final sólo encontré una respuesta válida: "murió dando testimonio de la verdad;
fue allí para que nunca nadie pudiera decir que "yo no sabía nada". Y es
cierto, no hay disculpas en este mundo urgente y ninguna guerra, ningún desastre
nunca podrá ya sernos ajeno.
Pero aquí no hubo
guerra ni atentados, aquí un tren se
desbocó cuando anochecía haciendo añicos la paz de lo que hubiera tenido que ser un festivo 25
de Julio. Y una aldea entera se echo a las vías tras el estruendo maldito. Me
han puesto mil veces las imágenes en todas las cadenas, unas imágenes que en ocasiones -en demasiadas ocasiones- eran
absolutamente prescindibles. Luego llegaron los reproches, la búsqueda de responsables, la presión por unas
informaciones que no pueden darse con prisas, el ranking de los medios que lo hicieron
bien y los que lo hicieron mal como si esa carera absurda realmente fuera
trascendente frente a tremenda realidad del dolor de todos, y al final la crítica -creo que injusta- de
la falta de coordinación para hacer frente a la tragedia. Imagino que esto debe
ser así y quiero pensar que los que acusan o denuncian lo hacen desde la buena
voluntad y no por razones que no me atrevería a calificar.
Nadie, en estas
tragedias, quiere morir ni matar, ni los pilotos de los aviones estrellados ni
los maquinistas que entraron a más velocidad de la debida. No les justifico,
claro, solo intento decir que el error está ahí, acompañándonos siempre, como
también está ahí la responsabilidad posible de que algo fallara o la urgencia
de poner en marcha un servicio sin todas las garantías. Todo eso habrá que
juzgarlo con serenidad. Pero no es justo
hurgar en una herida imposible. ¿Faltó coordinación? ¿Por qué? Cuando han pasado días desde la tragedia es
demasiado fácil decir lo que se tendría que haber hecho, pero las cosas no son
nunca tan sencillas. Es verdad que cualquier protocolo de emergencia puede y
debe mejorarse, pero esa posibilidad no es suficiente para acusar de nada a
nadie porque nadie quiere un muerto ni un herido sobre su conciencia. A mí me
temblaría el pulso antes de tirar esas piedras.
a.aberasturi