Un AVE vulnerable a la insensatez
viernes 26 de julio de 2013, 16:55h
Las vidas de los pasajeros de un tren no
pueden depender de la eventual conducta irresponsable del maquinista. De
ahí que los sistemas de seguridad se orienten en gran medida a
neutralizar esa eventualidad, y mucho más en las líneas de alta
velocidad por las que circulan composiciones que alcanzan o superan los
250 kilómetros por hora. En el pavoroso accidente ferroviario de
Santiago, esa eventualidad se dio al tomar el maquinista la curva
fatídica a más del doble de la velocidad permitida, pero el sistema de
seguridad no existía o no estaba operativo en ese tramo y no se pudo, en
consecuencia, torcer el designio de la fatalidad y preservar la
seguridad y la vida de las personas que querían llegar a Santiago, que
ya tenían la legendaria ciudad al alcance de la vista.
Pero no es enteramente casual que el espantoso accidente, el peor
en décadas, se produjera en una línea tan deficiente como la que, a base
de retales, añadidos y tramos heteróclitos, compone la que une Madrid y
Galicia, en la que se alternan los de ancho español con los de ancho
europeo, los electrificados con los que requieren tracción diesel, las
curvas cerradas de la vía convencional con las necesariamente mucho más
abiertas del AVE. Semejante engendro, producto de la improvisación, del
electoralismo, del agotamiento de los fondos por los recurrentes
sobreprecios, de la desidia institucional, de la escasa continuidad de
los proyectos en las administraciones cuando mudan de signo político, y,
cómo no, de la endiablada orografía que ha blindado hasta hoy el
aislamiento histórico de Galicia respecto a la meseta, ha servido más a
los políticos en campaña que a los viajeros, que no han visto reducido
sustancialmente el largo y agotador viaje ferroviario entre Madrid y
Galicia, y sí, como parece, el umbral de su seguridad.
El mundo, consternado por el mismo dolor que en todos nosotros ha
suscitado la tragedia, ha descubierto también, sin embargo, que el buque
insignia de la industria ferroviaria española, su producto más moderno,
distinguido y exportable, el AVE, así en material rodante como en
desarrollo y construcción de líneas, es vulnerable a la insensatez, a la
de que uno de sus convoys lanzados a velocidad de vértigo pueda
depender sólo de un hombre susceptible de desfallecer o equivocarse.