Rajoy, "el mudito" en el Congreso
martes 23 de julio de 2013, 16:39h
La lengua castellana, el español, está lleno de proverbios y refranes
que escenifican como nada la realidad de la conducta humana. "A la
fuerza ahorcan" es uno de ellos. Hay momentos en la vida que las
personas son conducidas contra su voluntad a realizar acciones que les
gustaría evitar. Sin duda, el ahorcamiento no es la menor.
Mariano Rajoy se ha agarrado a la barandilla de La Moncloa como un
niño que no quiere ir a la escuela. La realidad le ha obligado a
comparecer para dar explicaciones de las sospechas -más que fundadas-
que penden sobre su conducta personal en sus relaciones de muchos años
con el gerente y tesorero de su partido. El hecho de que Luis Bárcenas
sea despreciable no exime que pueda decir verdad. Ha aportado evidencias
de la financiación irregular del PP. Y también del pago de dinero sin
declarar a Hacienda para regalías y sobresueldos en los cuadros del
partido.
A la fuerza han ahorcado a Rajoy en esa comparecencia in extremis
que puede evitar la "moción de censura" contra su gobierno. No se puede
despreciar esta iniciativa parlamentaria por el hecho de que esté
condenada al fracaso en la revocación del Gobierno. El desgaste de la
moción de censura, es verdad que es arma de doble filo. Pero responder
durante esa larga sesión a las diatribas indignadas de la oposición
unida es un trago que no se pasa fácilmente.
Luis Bárcenas fue un hombre poderoso en los despachos de la calle
Génova durante más de veinte años. Las relaciones de Bárcenas con la
trama Gürtel -una de las operaciones de corrupción política de más
grueso calibre de la historia política española- no se despacha con el
silencio. Las acusaciones auto inculpatorias de Bárcenas sobre el manejo
de dinero negro procedente de "donaciones" de empresas a cambio de
contratos con las instituciones gobernadas por el PP, son una inmensa
bolsa de lodo que hay que ventilar en sede parlamentaria.
Independientemente de las responsabilidades penales.
Rajoy comparecerá debilitado por sus silencios previos y por la
constatación de que ha hecho lo imposible para permanecer "mudito", en
su vieja creencia que los escándalos se disipan con el tiempo.
Agosto toma protagonismo contra la costumbre del paréntesis
veraniego. Es seguro que en las playas se escucharán los transistores de
esta retrasmisión del milagro de que el mudito tome la palabra.
Si Rajoy, como es previsible, se enroca en la tribuna del congreso
para decir obviedades, restricciones mentales y practicar el
ocultamiento, no zanjará ninguna cuestión. Solo conseguirá alargar la
agonía.
Tiene obligación el presidente de desnudar la verdad ante la
opinión pública aunque esta sea insoportable. Las consecuencias de la
verdad serán siempre mejor que la persistencia en el silencio. Pero como
es preceptivo, el presidente tiene la palabra y él puede elegir seguir
administrando sus silencios. Y la oposición tiene el derecho de
aplicarle el máximo grado parlamentario para extraer la verdad. En
esencia, eso es la democracia.