¿La indecencia es delito?
miércoles 17 de julio de 2013, 16:17h
Diríase que la actual obsesión del PP por
situar el "asunto" Bárcenas (así lo llama Rajoy, "asunto") en una órbita
estrictamente judicial se debe al hecho de que la indecencia no es
delito. Pero,¿la indecencia es delito o no es delito? Aquí surgen las
discrepancias, incluso en el propio seno del PP y en el de las tertulias
afines, que vienen a ser el gabinete de comunicación del que el partido
carece. En el capítulo de hechos probados del "asunto", tenemos que ya
la designación de un personaje de la talla moral de Bárcenas como
gerente y tesorero del partido tiene, en sí misma, delito. Es un
canalla, un indecente, un mentiroso compulsivo, dicen de él quienes le
eligieron para esos cargos transcendentes y le mantuvieron, pagándole
incluso los abogados, hasta hace poco, hasta que un periódico se pispó y
al partido le quedó poco margen para la simulación y el finiquito
diferido. Sin embargo, no es la indecencia de Bárcenas, que esa sí
parece haber cursado en ilícitos diversos, la que preocupa hoy, sino esa
otra estructural que necesitó la función de alguien como él y que se
sospecha que también ha cursado lo suyo.
Si la decencia es, como nos enseñaron y como no todos aprendieron,
la dignidad en los actos y en las palabras, se nos presenta un
escenario confuso: ¿Cómo saber si Rajoy es decente si no dice ni pío?
Bárcenas sí larga, vaya que si larga, y de ello podemos colegir su
decencia o su indecencia, pero ¿y Rajoy? ¿Desprenden dignidad sus
palabras? ¿Qué palabras? ¿Las que lleva escritas, campanudas y vacías,
para responder al periodista que él quiere que le pregunte? Hay una
tropa, bien que cada vez más exigua, que pondría la mano en el fuego por
la decencia del todavía presidente del gobierno, pero quienes no se
mueven en esos terrenos creenciales, de fe ciega y sin fisuras,
necesitarían verle las llagas, o sea, escuchar sus explicaciones y sus
respuestas a preguntas libres e incisivas para determinar el rango y la
calidad de su decencia. O de su indecencia.
En política, ese sitio en el que Rajoy, Cospedal, Floriano, Pons o
De Guindos están como podrían estar en cualquier otro sitio, la
indecencia no sólo es delito, sino que es tal vez, junto a la
incompetencia, el único delito. Imprescindible, pues, la dignidad en
actos y en palabras. De los primeros entiende Ruz; de las segundas, a
ver si las oímos y las entendemos.