lunes 15 de julio de 2013, 19:17h
Se llaman
trampantojos a los artificios con que se engaña a algunos haciéndoles ver lo
que no hay. Con efectos de falso relieve y perspectivas ilusorias, existe una
modalidad pictórica decorativa que es el arte del trampantojo. En política, el
arte del trampantojo se utiliza frecuentemente para distraer al electorado de
sus problemas reales y embaucarlo con falsas perspectivas que no tienen otro
fondo que el muro sobre el que están pintadas.
En el arte del
traspantajo político destacaron, desde la fase preconstitucional, los partidos
apellidados nacionalistas, haciendo ver a sus devotos que la reforma
autonomista del Estado era un paso hacia la desintegración de dicho Estado y no
un despliegue de sus propias estructuras. La delegación de competencias y
facultades de autogobierno en asuntos domésticos nada tenía que ver con las
fronteras, relaciones internacionales, mercado y seguridad de la soberanía
nacional única. La aceptación codiciosa del sistema por los prebostes nacionalistas
no suponía nada similar a proyectos independentistas sino a la renuncia legal a
dichos proyectos a cambio de posiciones y canonjías en los ámbitos
territoriales. El único derecho a decidir que consagraría la Constitución fue
la capacidad de la mayoría de toda la Nación para tomar decisiones de carácter
estatal, quedando ilegalizada, con ello, toda pretensión de ninguna región,
ciudad, comunidad o tribu de decidir desde un punto de vista parcial o local.
Si, además, sucede que, tampoco, desde la parcelación, se dan unanimidades
independentistas y los líderes que enarbolan esas banderas están de capa caída,
estas pretensiones resultan ridículas. Pero los artistas del trampantojo,
mezclando sentimientos de amor al terruño con deformaciones de la historia,
imposiciones culturales y escenografías subvencionadas, tras las que no había
más que manipulación mercenaria, han creado unos falsos paisajes para consumo
de sus seguidores. Así se han creado perspectivas irreales, como las que sueña
el prisionero Otegui desde la cárcel de Logroño que dice: "El Estado se
encuentra en la peor crisis de los últimos quinientos años". Esto, si
recordamos la Guerra de la Independencia, las guerras carlistas, las efímeras
Repúblicas y la Guerra Civil, resulta una afirmación risible. Hoy tenemos un
Estado constitucional incólume en sus principios, gobernado por una mayoría
absoluta y con Otegui y sus muchachos en la cárcel. El hecho de que estemos
soportando una crisis económica y que los grandes partidos estén pasando por
sendas deficiencias de liderazgo no quiere decir sino que estamos pasando una
mala racha pero que el esqueleto del Estado no está quebrado. El diputado
general de Guipúzcoa, Martín Garitano, fue a consolar a Otegui diciéndole que,
en el tema internacional "hemos llegado a resultados en Uruguay y Noruega",
como si tan influyentes naciones fuesen a enviar voluntarios para hacer
replegarse a Francia y España de sus fronteras históricas. Trampantojo sobre
trampantojo. Parece, según Garitano, que "no hace falta solo que tú te declares
unilateralmente por mayoría democrática, sino que te tienen que reconocer, eso
es lo fundamental". No se sabe de dónde saca la presunción de esa mayoría
soberanista el citado Garitano pero desde luego, lo que sí se sabe es que no existen
los presuntos "reconocedores" y si reconocería la declaración el principal
"reconocedor" de esta hipótesis, llamado España, a quien nunca le han
preocupado mucho las opiniones extranjeras sobre su política interior y nunca
ha asumido pasivamente los brotes separatistas.
Peores
trampantojos son los pintados por los nacionalistas catalanes con reflexiones
pintorescas como la de Jordi Puyol cuando la disolución de la Unión Soviética:
"Cataluña es como Lituania, pero España no es la Unión". No digamos la reciente
comparación de Artur Mas de Cataluña con Massachusetts, Estado dentro de los
Estados Unidos, donde ya sabemos lo que significa "Unidos". Habría que
consultar a los círculos soberanistas si su afán es precisamente eso, ser parte
de unos Estados auténticamente "unidos". Mientras, Artur Mas adelanta su
desacuerdo con una futura ley de mercado único en España, a la vez que dice
desear integrarse en una Unión Europea que nació, precisamente, de un Mercado
Común continental. Puede suponerse lo que pensarán los inversores europeos de
un territorio que no acepta tan siquiera un mercado único interior. Todas estas
cosas serían disculpables como delirios de políticos de campanario que ven
disminuir sus expectativas, tras treinta y cinco años de propagandas y
fantasías libérrimas. Pero aún peor trampantojo es el del socialismo que
presenta una fórmula federal -¿Cómo Massachusetts?- como si significase otra cosa
que disimular su división interpartidaria. Para ello, también, habría que
reformar la Constitución ¿por qué procedimiento y por cual ratificación
mayoritaria?. Reforma que no sería para ser independientes sino para llamarse
Estado, necesariamente "unido", sin garantizar en que se basaría tal unión.
Son todos
artificios retóricos para no conseguir nada práctico., De Guatemala a Guatepeor.
Solo para difuminar un poco el apellido "español" que, al parecer, no le
resulta cómodo para sus trapicheos interpartidarios. En vez de Reino de España
vayamos todos, con Rubalcaba el primero, a declararnos Estados Unidos de
España. A por el trampantojo como meta fantasma, mientras peligra la industria
naval española, se instruyen causas de corrupción que nos avergüenzan a todos y
se consumen los caudales públicos. Los trampantojos distraen a los españoles
que tienen como primer objetivo reaccionar vigorosamente, como siempre
reaccionaron, en momentos difíciles. Pero quienes sueñan con repartirse los
despojos no deben olvidar aquellas sencillas líneas que Sor María Jesús de
Agreda dirigía a Felipe IV: "esta navecilla de España no ha de naufragar jamás
por más que llegue el agua al cuello". Las profecías están avaladas por el paso
de los siglos y los trampantojos de falsas soberanías solo sirven para decorar
muros sin ventanas.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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