El PSOE rompe relaciones diplomáticas y el diluvio cae sobre Rajoy
lunes 15 de julio de 2013, 09:55h
Cuando publicamos este comentario, aún se desconoce lo que
el ex tesorero del PP Luis Bárcenas dirá (o no) ante el juez Pablo Ruz; en
principio, parece que no le conviene, más allá de sus ansias de 'vendetta',
mostrarse demasiado locuaz.. En todo caso, la catástrofe para Rajoy ya está
servida: en esta mañana de lunes no había tertulia radiofónica en la que no se especulase
sobre la conveniencia o inconveniencia de la dimisión de Mariano Rajoy; para no
hablar de cómo está de ardiente la prensa internacional, y no solamente, por
cierto, la europea. Ayer, el PSOE dio un nuevo portazo rompiendo relaciones con
el PP y exigiendo, en tono especialmente duro dentro de lo que se le conoce a
Rubalcaba, la inmediata marcha del inquilino de La Moncloa, donde se aprecia
un silencio denso que habrá de ser roto a primera hora de esta tarde porque el
presidente tiene un comparecencia conjunta con su colega polaco.
Cierto es que ha habido patentes inexactitudes -vamos a
llamarlo así-en el relato desde el PP de lo que han sido las relaciones
con el que durante tantos años controló las finanzas del partido que hoy
gobierna a los españoles. Cierto que a Bárcenas se le toleró demasiado durante
demasiado tiempo. Cierto que la figura del ex tesorero ha dividido al PP entre 'patentemente
inocentes' y 'sospechosos' procedentes de los antiguos
tiempos. Cierto que, en este maremagno, la figura de Ruiz Gallardón, que anda
como de perfil, adquiere unos tintes que él también deberá explicar.
Pero es Rajoy quien más ha de explicar. Su política de
silencio, más acentuada aún en este mes de julio, que está siendo de pasión
para él, es, simplemente, suicida. Hay mucha gente en este país que teme una
quiebra súbita del Gobierno, por las consecuencias internacionales y económicas
que ello tendría, y no, desde luego, porque el presidente esté generando una
corriente de simpatía en la opinión pública. Hasta ahora, las consecuencias de
su silencio y de las simplezas que sueltan algunos portavoces oficiales han
sido una pérdida aún mayor de la credibilidad del partido que gobierna, una
evidente fractura en el PP y la necesidad de que la oposición se embarque en el
peligroso juego del 'váyase, señor Rajoy', que ha arrasado con
aquellos tímidos brotes verdes de consenso que durante unos instantes nos
alborozaron.
Es decir, todo el arquitrabe político salta por los aires,
cuando el Rey, que regresa a su actividad exterior, en Marruecos, vuelve a
prestar sus servicios con una actividad telefónica que nos aseguran frenética
en busca de sofocar incendios. Y lo mismo pretenden los grandes empresarios,
agrupados en torno a Rajoy y, dentro de unas horas, apoyando el viaje del
Monarca a Rabat.
El incendio, no obstante, está ahí. Cierto que la
trayectoria democrática española, de algo más de tres décadas y media, ha
estado plagada, como la de la mayor parte de los países, de incidentes que
afectaban a la marcha de la propia democracia. Pero cuesta recordar, desde los
tiempos de Filesa, una situación política más complicada que la actual, en la
que los perfiles se vuelven más complicados de diseccionar, más inciertos. Ya
hemos dicho en otras ocasiones que pensamos que una dimisión de Rajoy, como
piden no pocos columnistas y tertulianos, amén de la mayor parte de la oposición,
sería inconveniente en la actual coyuntura española. Pero...
Pero así no se puede seguir, por mucho que el presidente
piense que se puede llegar con bien a las playas vacacionales y, desde allí,
prepararse para un septiembre más benigno. Y tampoco parece que una
comparecencia conjunta con el visitante polaco, un acto en el que las preguntas
suelen estar habitualmente tasadas a dos o tres informadores, pueda ser el
escenario idóneo para una explicación completa, convincente, del jefe del
Gobierno y presidente del PP: el hombre con mayor poder en España y, sin
embargo, el más atribulado. El más responsable de lo que vaya a ocurrir, por
mucho que en su entorno se empeñen en culpar a periodistas de El Mundo (y no
solo), a abogados de bufetes varios, a magistrados de la Audiencia Nacional
y prácticamente a todo el que pasa por ahí, es ese hombre, hoy acosado, quizá
injustamente acosado -pero eso ahora qué importa--, llamado Mariano
Rajoy.