La Iglesia recupera la palabra
domingo 14 de julio de 2013, 13:21h
La elección del Papa
Francisco I abrió las puertas al cambio en la Iglesia. No se trata de cambiar
el rumbo ni de hacer lo contrario de lo que hizo su predecesor, sino de dar
aire nuevo a la Iglesia, de cambiar aspectos no superficiales en tiempos de crisis. La Iglesia, como otras
muchas instituciones, parecía no haber observado suficientemente que esta
crisis de valores, esta opulencia de la sociedad occidental estaba llevándonos
a todos a una colapso civilizatorio, como lo ha definido el científico Eudald Carbonell. Eso es grave en la
política, en la cultura, en la ciencia... pero los es mucho más en los valores
éticos o morales. Más que el fin del capitalismo parecía, ¿parece?, un final de
civilización. Francisco I lo sabía y sus
primeros gestos empiezan a convertirse en hechos. Y arrastra otras voces dentro
de la Iglesia. No sé si esta sociedad española, europea, será capaz de cambiar
el rumbo, de hacer autocrítica, de modificar profundamente sus comportamientos,
pero la Iglesia Católica ha emprendido ese camino de la mano de su nuevo
Pontífice.
Francisco I -hombre del
año para la revista Vanity Fair- ha
cambiado no sólo el lugar donde reside el Papa, donde come, donde oficia la
misa cada día, sino la forma de gobernar la Iglesia. Tiene por delante enormes
retos, entre ellos el de reformar la todopoderosa Curia. Ya ha marcado su
territorio, desde una firmeza profunda y una real humildad. Sus primeros
nombramientos, la limpieza en el Banco Vaticano con la detención de un alto
responsable, la creación de comisiones de investigación, son, sin duda, un
cambio profundo. Seguirán muchos más. Su primera encíclica, por primera vez
obra de dos Papas vivos, es una confirmación de que la fe será la luz viva de
su gobierno. El endurecimiento de las penas para pederastas y corruptos indica
que habrá tolerancia cero contra uno de los males que más daño ha hecho a la
Iglesia en estos últimos tiempos y que la corrupción es intrínsecamente dañina.
Su viaje a Lampedusa, lugar clave de la inmigración irregular, ha sido una
sacudida a la conciencia de Occidente: "la cultura del bienestar nos hace
insensibles al grito de otros, nos lleva la indiferencia hacia los otros, o,
mejor, a la globalización de la indiferencia". La crueldad de la indiferencia
hacia los otros. No hay paso de Francisco I que no sea una interpelación al
corazón y a la conducta de los católicos... y de todos los hombres.
Su inmensa libertad, su
valentía, va a mover muchas cosas en la
Iglesia. Van a surgir nuevas voces libres, comprometidas, interpeladoras. Lo
han hecho ya los jesuitas, que han presentado un manifiesto a favor de la
regeneración democrática. Este es el tiempo del compromiso, de la denuncia, de
la vuelta a los valores éticos y morales. Las organizaciones de la Iglesia
tienen que perder el miedo a salir a la calle, a opinar, a ser autoexigentes y
a exigir a los poderes públicos y a los ciudadanos. Este es momento. La Iglesia
es mucho más que Cáritas o Manos Unidas. La Iglesia debe volver a tomar la
palabra para reclamar a todos, a ella la primera, esta indispensable
regeneración que necesita una sociedad dormida e irresponsable.
francisco.muro@planalfa.es