Incluso los más acérrimos
defensores de la integridad del presidente
Rajoy y de la mayoría de su equipo -que
no de todos ellos-confían patentemente en que esa tapadera del cubo de la
basura llamada
Luis Bárcenas se mantenga en su sitio, aunque sea de manera tan inestable
como hasta ahora, y no se caiga por los suelos, echándolo todo a perder. Pienso
que nunca un preso llamado a declarar por el juez, como ha hecho el magistrado
Pablo Ruz con Bárcenas para este lunes, ha despertado tanta expectación y, me
atrevo a decir, tantas aprensiones. Porque, aun no teniendo ya, parece,
demasiados documentos que enseñar, el ex tesorero del PP ha demostrado -una
vez más, ahora haciendo públicos sus mensajes telefónicos con Rajoy-que sabe
cómo golpear donde más duele. ¿Sigue dispuesto a hacerlo?
Que Bárcenas conoce muchos
manejos no sé si sucios, pero desde luego poco acordes con la ética que debe
presidir la política, es algo que nadie duda. De ahí la expectación por su
declaración ante Ruz, una declaración que pocos piensan que vaya a quedar
embargada por el secreto, y menos ahora que el vindicativo Bárcenas ha
encontrado un conveniente hueco en algunos medios, como subrayan maliciosamente
algunos de los portavoces oficiosos del Partido Popular, cada vez más limitados
a un agobiado Floriano, a una indignada
Cospedal, a un equivocado
Alfonso
Alonso y a un guadianesco
González Pons; los demás guardan silencio ante el tsunami
que creen que viene.
Bárcenas es un delincuente.
Presunto, eso sí. Y un hombre desesperado, que todo lo fiaba a que sus
poderosos amigos en Génova, en La Moncloa y en los ministerios le echasen una
mano para mantener tapado el cubo de la basura que él mismo acumulaba. No se ha
dado el vergonzoso pacto, y eso es algo que hay que elogiarle a Rajoy, a
Cospedal y a cuantos -que no han sido, ya digo, todos-han mantenido
la cabeza medianamente serena en esta noche de tormenta, aunque a punto han
estado todos, y ahí están los famosos SMS, de claudicar frente al poco
escrupuloso ex tesorero.
En las últimas semanas, desde
el encarcelamiento de Bárcenas, todo ha sido un culebrón. Incluyendo la
renuncia de los abogados, que habían sido pagados por el PP, y la presencia de
un nuevo defensor para Bárcenas, nada menos que
Javier Gómez de Liaño, con un
extenso historial tras de sí. En el PP -habría que decir quizá en el PP
de Génova: empieza a haber más de un PP-esperan poco del ex magistrado,
ayudado en este trance por su esposa, la también mediática Dolores Márquez de
Prado; demasiado protagonismo, dicen los 'genoveses'. No están
seguros de que recomienden silencio a su cliente, ni de que quieran evitar la
explosión incontrolada, como tampoco quieren hacerlo algunos periodistas en el
entorno de esta pareja jurídica. Algunos de estos 'genoveses' ya no
están siquiera seguros de en qué posición se halla el mismísimo ministro de
Justicia...
Y el caso es que, para
desesperación de La Moncloa, el 'caso Bárcenas', que puede
convertirse en el 'caso PP', está haciendo palidecer tantos otros 'affaires',
desde Urdangarín hasta el de los ERE en Andalucía, que esa es otra. Ni siquiera
informaciones tan relevantes como la reforma eléctrica, o la laboral que viene,
o la 'cumbre' de empresarios en Moncloa este lunes, o el importante
viaje del Rey a Marruecos, merecen ya los titulares a los que, en
circunstancias normales, se hubiesen hecho acreedores. Y apenas se presta
atención a Luis de Guindos cuando nos dice que "la recesión quedó atrás".
O cuando desde los socialistas de Cataluña aseguran que esta Comunidad "va
hacia la independencia".
Nada parece importar ya,
excepto que el gran mudo explique las cosas a satisfacción del personal. ¿Dirá
algo Rajoy en la última sesión parlamentaria del Congreso, a celebrar, por
cierto, en el Senado? ¿Acaso tras el último Consejo de Ministros, antes de las
nunca tan deseadas vacaciones, el próximo 26?¿O más bien sigue el presidente
inmerso en su estrategia de dejar que los temas se pudran? Dicen que Mariano
Rajoy está deshojando algunas margaritas. Y que no todo depende ya de si la
tapadera del cubo de la basura cumple su función, la de cubrir esta basura, o
vuela por los aires, dejando que la suciedad se extienda...¿hasta dónde? Dejemos,
pues, al presidente en sus meditaciones, pues nos va a todos mucho en su
acierto.
>> El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>