martes 09 de julio de 2013, 18:34h
La muerte de medio centenar de
seguidores de los hermanos musulmanes y del depuesto Mohamed Mursi coloca a
Egipto ante el caos que la comunidad internacional deseaba evitar. El golpe de
estado protagonizado por el Ejército egipcio con un apoyo mayoritario de la
población puede desembocar en una enfrentamiento civil en toda reglas tras la
represión incontrolada de la Guardia Nacional contra los manifestantes pro
Mursi.
Los nuevos responsables del estado egipcio se justifican afirmando que
los fallecidos han sufrido los efectos de repeler varios ataques de grupos
terroristas que pretendían liberar al presidente depuesto. Sea como fuere, este
episodio sangriento enturbia muy peligrosamente el devenir de los acontecimientos
y las posibilidades de un cambio lo más rápido y limpio posible que permita
echar del poder a quienes nunca debieron ni acariciarlo pero que utilizaron los
resortes del dinamismo democrático, recién inspirado en la caída del anterior
dictador Hosni Mubarak.
Se ha demostrado que no se puede empezar la casa por el
tejado. Lo suyo era, primero una Constitución consensuada entre todos los
sectores de la sociedad y después las elecciones para llevar adelante los
acuerdos pactados. Se hizo al revés y los hermanos musulmanes, muy bien
organizados y con una enorme influencia en la sociedad por su acción social de
asistencia, ganaron las elecciones y alcanzaron el poder gracias a una
revolución popular que ansiaba democracia y libertad y que se encontró con un
grupo político que utilizó esos resortes para islamizar la sociedad, beneficiar
a sus partidarios y realizar una pésima gestión de la economía con un índice de
paro duplicado, con una caída a la mitad del turismo y de las reservas, con
escasez de gasolina, con apagones constantes en pleno verano a 45 grados y con
una creciente inseguridad ciudadana en las calles.
La experiencia del gobierno
Mursi colocó al ciudadano egipcio en una situación casi desesperada y volvió a
salir a la calle para reclamar la recuperación del poder que había sido
secuestrado por los islamistas sectarios. El debate internacional analizaba si
hay golpes de estado buenos, como el de Portugal en el 74 o el de el 60 en
Turquía, para justificar el desalojo de los hermanos musulmanes. Con
asesinatos, nada es posible, sólo la guerra civil.
Periodista. Director de 'Atalayar, entre dos orillas'. Colaborador en diversos medios como Punto Radio, Onda Cero, COPE, El Independiente y Colpisa. Colaboro en COPE, Colpisa, TVE, RNE y Diariocritico. Es autor de libros como 'Casco azul soldado español' o 'Misión: Líbano'. También fue director de los estudios 'Cómo informar sobre infancia y violencia' y 'Cómo informar sobre violencia contra la mujer en las relaciones de pareja' en colaboración con el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
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