El inevitable cambio constitucional
lunes 08 de julio de 2013, 13:20h
Nuestra Constitución ha envejecido mucho más deprisa de
lo previsto. Con apenas 35 años de existencia necesita de cambios en
profundidad. Factores externos, como la
pertenencia a la Unión Europea y al euro, le han obligado y van a seguir
haciéndolo a introducir textos y desterrar artículos que parecían inamovibles;
y factores internos, como el desarrollo de los 17 Estatutos de autonomía, han
logrado que el Estado que se dibujó en 1978 se parezca muy poco al real de
2013.
Principios consagrados como derechos básicos y
universales, como el del trabajo o la vivienda, se enfrentan a la realidad de
seis millones de parados y a miles de desahucios. Se sigue marginando a la
mujer en los derechos sucesorios a la
Jefatura del Estado. Sentencias del Tribunal Constitucional y del Tribunal
Supremo no se acatan o simplemente no se cumplen. Seguimos hablando de derechos
históricos cuando se enfrentan unas Comunidades con otras o con el estado.
Miramos hacia atrás, hacia la historia de hace doscientos o quinientos años en
lugar de mirar hacia el futuro que se debe construir entre todos. Hacemos
incapie en lo que nos diferencia y
olvidamos con premeditación lo que nos une.
Los últimos gobiernos, tanto los del PSOE como los del PP
se han resistido a abordar ese cambio pese a saber que era y es inevitable y
que cuanto más se demore peor solución tendrán los problemas que laten en su
interior. Ahora, con la suma de todas las crisis posibles, desde la económica a
la social pasando por la política y la estructural , no se puede seguir mirando
hacia otro lado. De la crisis económica saldremos más pronto o más tarde y más
pobre España y la mayoría de los ciudadanos; de la crisis política se saldrá
con los mismos partidos y con el bipartidismo imperfecto que aún existe o con
nuevas formaciones que representen mejor a la sociedad española en su conjunto;
pero de la crisis estructural solo se puede salir si los partidos asumen la
responsabilidad de cambiar lo que es evidente que se ha podrido, el propio
Estado.
Nuestro modelo de convivencia está en entredicho, nuestro modelo de solidaridad está en
cuestión, nuestro modelo parlamentario no funciona como debería, ni el proceso
electivo que lleva a elegir a los representantes del pueblo. Podemos seguir poniendo
parches aquí y allá, pero el tiempo para las reformas pacíficas y ordenadas se
acaba. Son. Y has las necesidades que se han acumulado pero lo que puede
parecer un gran problema, creo que es la gran solución. De una sola tacada se
pueden resolver la mayoría de los problemas y volver a dotar de esperanza y
confianza a los ciudadanos.
Estamos en mitad de la Legislatura política, estamos en
el fondo de la crisis económica, estamos asistiendo a la crisis de la propia
institución monárquica, y estamos viendo como la tensión territorial en
Cataluña no baja de intensidad sino más bien todo lo contrario. Por necesidad
el PSOE como organización y sus dirigentes como alternativa han dado el primer
paso. Nuestro socialismo oficial aboga
por una Monarquía Federal que intente resolver el problema de la estructura del
Estado con sus diferentes Comunidades autónomas peleando por derechos y
obligaciones que no hacen sino ahondar en las diferencias, sobre todo cuando
hay una lengua propia en su territorio.
No es nuevo el intento, si es nueva la acuciante crisis
interna que viven todos los partidos políticos frente a unos ciudadanos que no
se sienten representados y que piden mayor participación que la que les ofrecen
unas elecciones cada cuatro años, en las que se ofrecen unos programas que
luego no se cumplen. Los españoles queremos cambios profundos y reales. Cambios
para que se pueda mirar al futuro con esperanza por duro que se vea el
horizonte inmediato. Tiene que cambiar la Monarquía y su relación con el conjunto
del estado, tienen que cambiar los partidos en su funcionamiento y tienen que
cambiar los métodos electivos, tienen que cambiar la Constitucion y los 17
Estatutos de. Íes tras Comunidades. Dice uno de esos viejos refranes de esta
España nuestra que es mejor ponerse una vez colorado que ciento amarillo, que
aplicado a nuestra vida pública puede traducirse que es mejor aprovechar la
crisis global para hacer un cambio global que querer salir de la crisis con
remiendos legales de corto recorrido. Y todo para que nuestra actual clase
dirigente no pierda los privilegios que ella misma se ha otorgado.