Brevísima relación de una onda expansiva
domingo 07 de julio de 2013, 09:15h
El venezolano Maduro susurra
las gracias al pajarillo avatar de Chávez encargado de servir como
enlace entre el Cielo y la Tierra. No habrá leche para biberones en
Caracas, pero la torpeza de los soberbios europeos ha proporcionado
una nueva causa al victimismo latinoamericano y dinamita para ese
pollo bolivariano aupado al hombro de Nicolás Maduro. Y dos
mártires, Morales y Snowden por el precio de uno. Y también un gran
alivio para todos; podemos indignarnos con la tranquilidad de saber
quienes son los buenos y cuales los malos; no como en Siria, con unos
rebeldes al dictador empeñados en usar las armas que les
proporcionamos en nombre de la libertad para arrancar el corazón a
un gubernamental comiéndolo acto seguido en vivo, latiendo y en
directo. O para degollar y decapitar a un humilde fraile cristiano
ante las cámaras. Por no hablar de Egipto, donde nos confunde si
apoyar o criticar un golpe de estado cuando los indignados lo piden a
gritos acampados en una plaza y cuando la democracia legitima un
régimen integrista islámico dispuesto a oprimir a la mitad de la
población femenina en ambas orillas del Nilo.
El caso del avión
presidencial boliviano es un ejemplo de cómo deben ser los
conflictos internacionales para tranquilidad de los biempensantes.
Poderosos contra débiles. El Occidente imperialista contra la
marginada periferia. Y además con un ingrediente añadido. Obsérvese
el ímpetu belicoso de Maduro contra España. No tanto contra Francia
o Italia, a pesar de que esos países sí negaron el sobrevuelo del
Falcon sobre su territorio. Pero el encono antiespañol tiene unas
raíces demasiado profundas en Latinoamérica. Y cuando se suma el
ingrediente indigenista ya tenemos la letra llorona del tango y el
ardor guerrero del indígena caribe. De nuevo el arrogante y malvado
español humillando y sometiendo al indiecito bueno. Fray Bartolomé
de las Casas y la escenificación perfecta para movilizar a las
poblaciones de los países del ALBA distrayendo la atención de los
problemas reales.
Quiero creer en la buena
intención del embajador español en Viena y en su apetencia por un
café con leche y protagonismo a bordo del avión de Morales. Pero el
diplomático debería recordar el material de los adoquines del
Infierno. Y en el Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de
Asuntos Exteriores, alguien debería redactar un manual de
instrucciones sobre el manejo de las explosivas relaciones con
Latinoamérica, pues con la cercanía pasa con la dinamita y las
relaciones familiares; la proximidad multiplica el efecto devastador
de la onda expansiva.