viernes 05 de julio de 2013, 13:02h
La pregunta con
la que titulo hoy esta reflexión me la hacía un vecino -creo que prototipo del
ciudadano medio- que naturalmente no había leído las memorias de Mario Conde y
cuyas fuentes de información son, habitualmente, las noticias de la tele y lo
que pueda cazar al vuelo en alguna emisora de radio. No es un caso excepcional
sino la media, nos guste o no, de lo que se da en España. Pues bien, el hombre
había visto la primera parte de la muy libre serie sobre Mario Conde en
"Telecinco" y no daba crédito a tanta
"porquería" (esa fue su palabra).
"¿Pero esas cosas
pasan?" Y me lo preguntaba a mí porque se supone que un tipo que se ha dedicado
al periodismo media vida tiene que estar al cabo de la calle de tanta porquería
y conocer de primera mano a intermediarios, gobernadores del Banco de España,
tiburones varios, corruptos, traidores y salvapatrias. Y es verdad que algo se
sabe, pero debo reconocer que cuando las cosas se ven con cierta distancia, en
imágenes condensadas aunque sea bajo pelucas inverosímiles y pese a haber leído
en su momento aquellos "Días de gloria", la absoluta falta de todos los valores
te enfrenta brutalmente a un mundo tan despiadado como despreciable en el que
todo vale, dónde todo tiene precio y en el que se vive al margen de cualquier
principio ético. ¿Esas cosas pasan? Pues sí, pasan, han pasado y, me temo,
seguirán pasarán porque es el propio sistema quien alimenta estas conductas,
porque todos se terminan justificando de alguna forma y porque el poder termina
siempre caminando por túneles tóxicos para perpetuarse.
Da igual que la
serie de "Telecinco" se base sólo en una fuente, la del propio Mario Conde, y
que fura o no en un urinario donde De la Rosa le pasara información al ex presidente
de Banesto; el problema es el fondo y no la forma, el drama es que en estas
historias -y da igual sustituir nombre y fechas por otros más recientes- sólo
hay villanos dispuestos a lo que sea y los héroes no existen, ni los héroes ni
las personas sencillamente honradas. Claro que pasan esas cosas, claro que se
compran por un puñado de millones falsedades y silencios, favores y
complicidades. Es así como funciona el sistema y los que elegimos para que ese
sistema funcione, son los que no dudan, por ejemplo, en señalar a jueces como
responsables de absurdas conspiraciones (el caso Gürtel era una conspiración
contra el PP lo mismo que ahora es una conspiración contra el PSOE las imputaciones
de la jueza Alaya) mientras a ellos se le llena la boca hasta atragantarse de
hermosos conceptos como regeneración democrática, transparencia y honradez.
Sí, esas cosas
han pasado aunque no exactamente como las cuenta la serie ni Mario Conde. Y sí,
esas cosas siguen pasando cada día y uno se pregunta que si lo que se publica
es sólo parte de la verdad, cómo será toda la verdad. Tal vez una cosa se
podría pedir en estas horas de confusión y turbulencias, una cosa que apuntaba
Conde y en la que tenía toda la razón: la cada vez más necesaria -y cada vez
más cercenada- independencia judicial. Sólo con una Justicia no comprometida
podríamos confiar en el futuro. Pero a día de hoy ni está ni se la espera.