lunes 01 de julio de 2013, 16:30h
La Unión Europea, al menos formalmente, dice
estar enfadada porque los "amigos" norteamericanos se vienen dedicando
con fruición a espiar las entrañas de las instituciones europeas.
No sé si el enfado durará mucho pero qué menos que pedir
explicaciones ante quién actúa con tanta prepotencia. Luego a los
norteamericanos les extraña la animadversión que despiertan entre los
ciudadanos de a pie a lo largo y ancho del mundo.
Lo sorprendente no es que ese espionaje haya sucedido en el
pasado, ya saben en plena época del inefable George Bush, sino que ha
continuado con el presidente Obama.
Verán, yo estoy entre quienes si me hubieran dejado votar habría
votado por Barack Obama. Después de George Bush, Obama parecía un
político con principios, dispuesto a dar la batalla por cambiar la
política de su país y también la política exterior norteamericana. Pero
con el paso del tiempo he ido encontrando cierto paralelismo entre Obama
y Zapatero. Ambos son maestros del buenismo impostado. Tienen un
discurso en que se le llena la boca de palabras rimbombantes respecto a
los valores, ya saben que si tolerancia, igualdad, ciudadanía, etc, etc,
etc, pero a la hora de la verdad, detrás de sus palabras apenas hay
nada, o mejor dicho, no hay nada de lo que dicen.
Obama prometió cerrar Guantánamo que es una de las mayores
vergüenzas que se pueden dar en democracia, pero Guantánamo continúa
funcionando como si tal cosa. Obama habla de amistad con todos los
pueblos, pero mire usted por donde se dedica a espiar hasta a los
amigos. Obama habla de libertad pero espía a los periodistas con la
excusa de la seguridad nacional. No sólo eso, está haciendo lo imposible
por acabar con Wikileaks, ya saben, la agencia de noticias que puso al
descubierto correos secretos de funcionarios estadounidenses. De paso
quiere meter entre rejas al fundador de Wikileaks, Julian Assange. Lo
mismo que pretende hacer ahora con Edward Snowden, el informático que ha
tenido el valor de denunciar que Estados Unidos se dedica a espiar a
todo lo que se mueve, incluidos sus socios europeos y que el mundo está
hoy regido por un Gran Hermano que controla todas nuestras
comunicaciones con la ayuda inestimable de las grandes empresas
informáticas y de telefonía.
Dirán ustedes que Obama no tiene nada que ver con Zapatero pero
sí. Ambos van de buenos. Zapatero hizo de las palabras "talante" y
"tolerancia" su santo y seña y aún hoy continúan siendo dos palabras
claves en su discurso, un discurso, ya digo lleno de impostura. Conozco a
quienes en los medios de comunicación públicos, esos tan ponderados por
algunos en la época de Zapatero, pagaron con su puesto de trabajo por
no bailar el agua a las ocurrencias del entonces presidente. O como fue
apartando de su entorno a quienes no le hacían la pelota las
veinticuatro horas del día. Lo hacía eso sí, suavemnte, sin que se
notara. Obama hace lo mismo, pone cara de no haber roto un plato en su
vida, pero luego espía a todo hijo de vecino sin que le tiemble el
pulso.
Lo que más rabia me da es que después de tantos años dedicada al
análisis político aún pueda creerme, aunque sea por poco tiempo, a éste
tipo de telepredicadores, tan fotogénicos ellos y con un discurso tan
almibarado que me debería de hacer sospechar.
Mucho me temo que a pesar de las protestas de los europeos la
Administración Obama como las anteriores y las posteriores continuarán
espiándonos. La pesadilla de Orwell ha comenzado a hacerse realidad.