lunes 01 de julio de 2013, 08:36h
Hay gentes en
la izquierda española que proponen reformas políticas "en clave federal". No es
fácil entender si se refieren a federalismo interno o federalismo externo.
Externamente, federalismo puede ser una mayor integración de los Estados de la
Unión Europea a nivel supranacional. Internamente no se sabe si significa ir
más allá de las actuales autonomías, tan cuestionadas políticamente por sus
despilfarros y extralimitaciones o, por el contrario, si significa regularizarlas
y controlarlas con una sistemática más homogénea. Es en este último sentido en
el que se recuerda la guerra civil entre federales y confederales en Estados
Unidos, hasta que el poder federal se impuso al secesionismo. En el tradicional
federalismo suizo, el poder federal se impuso al exceso de autonomía de los
cantones. También el federalismo alemán supone un recorte al poder de los "Länder"
y no digamos si nos referimos a los románticos reinos o principados del antiguo
mosaico germánico. En general, las federaciones son fórmulas de integración en
la unidad política de partes con antecedentes diferenciales muy acusados o
intereses contradictorios. No es este el caso de las naciones más antiguamente
integradas en entidades políticas superiores a través de procesos históricos
unitarios reforzados por los intereses comunes y las estructuras geopolíticas
propicias. La clave federal, en este caso, no es sino una alusión artificial o
una vocación desintegradora.
En
consecuencia debemos pensar que la "clave federalista", de que hablan algunos
sectores de la izquierda, se refiere a lo que llaman el federalismo ibérico o
desbarajuste "sui generis" que, en determinado y penoso periodo de nuestra
historia, después de la revolución mal llamada "Gloriosa", cristalizó en la
formación del partido republicano democrático federal cuyas figuras eminentes
fueron Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar, tan conocidos por la
fugacidad mensual de sus mandatos y por sus abandonos del poder, al sentirse
incapaces de contener el vapor de la olla que habían calentado. Porque es de
suponer que no quedara buen recuerdo de la Federación Anarquista Ibérica que se
opuso sistemáticamente a la II República, provocando la subversión en Cataluña,
Aragón y Andalucía en 1.932 y 1.933, con la ingeniosa idea de implantar el
llamado comunismo libertario que tanto contribuyó a hacer ingobernable a la
administración republicana. La "clave federal" fue la clave del fracaso de las Repúblicas
I y II y el fruto de un derecho que no consiste en decidir sino en incumplir la
legalidad constitucional.
Todas las
tentaciones particularistas desde la primera Constitución española, llamada "la
Pepa", tuvieron como objetivo reaccionario romper el proyecto español de
libertad y fraternidad común, intentando dividir lo que ya estaba unido.
Precisamente, según escribió el Conde de Toreno en su época, las Cortes de
Cádiz se propusieron "destruir todo germen de federalismo e inspirar más
aliento y confianza en todos los españoles". Pero, como una maldición bíblica,
los despropósitos federalistas supervivieron provocando conflictos, tanto en el
pasado como en la actualidad, cuando se defiende el llamado "derecho a decidir"
de un fragmento del territorio nacional olvidando lo que todos los
historiadores locales nos recuerdan como curiosidades pintorescas de cómo el
tal derecho sirvió para intentar crear repúblicas en Almansa, Andújar o El
Bierzo, para cantonalizar Cartagena y Alcoy, para separarse Utrera de Sevilla,
Coria de Badajoz, Jumilla de Murcia y Betanzos de La Coruña y para iniciar
contiendas armadas entre unas y otras y obligar a las escuadras extranjeras a
perseguir como buques piratas a barcos hasta entonces abanderados en España. En
1.918, unos socialistas, precursores de Pere Navarro, propusieron la receta de
una Confederación Republicana de Nacionalidades Ibéricas pero, cuando en la II
República vieron factible tocar poder, se inclinaron por "la gran España
integral", dejando en el baúl de las antigüedades aquellos dislates que solo
mantuvieron nominalmente los dictadores comunistas, con la hipócrita cantinela
leninista del derecho de autodeterminación, que no permitieron ejercer a nadie
mientras pudieron, ni dentro ni fuera de su propia casa. Presentar al
federalismo como un juguete nuevo es desconocer la historia de España y la
historia del socialismo. La clave federal no puede ser el horizonte de ningún
partido de progreso sino la regresión arcaica de los particularismos más
reaccionarios inspirados por el caciquismo corrompido de todos los tiempos,
nostálgico de las atribuciones patrimoniales de los señorones de horca y
cuchillo.
Ex diputado y ex senador
Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
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