Ahora,
la política parece ser una cuestión de edad. Acostumbrados como estamos a que
los presidentes del Gobierno -
Suárez, González, Aznar, Zapatero; la racha se
rompió con
Rajoy- llegasen a La
Moncloa con cuarenta años, o muy pocos más, hemos decidido
decretar que cualquiera que pase de este límite es inservible para un cargo de
la máxima responsabilidad. Y, así, la anunciada retirada del presidente
andaluz,
José Antonio Griñán, ha sido saludada con alborozo: ya era hora de que
se rejuveneciesen las estructuras del socialismo de Andalucía...y no solo,
dijeron los palmeros. Por eso, todos los dedos apuntan a la actual consejera de
Presidencia,
Susana Díaz, mano derecha de Griñán, una mujer que apenas llega a
los cuarenta, como la más probable sucesora: eso es renovación, dicen quienes
aceptan, desde el oficialismo, esa probabilidad sucesoria. Y no; no es eso, no
es eso.
No,
porque es el saliente quien designa, casi a dedo, y primarias mediante, al
entrante; no, porque la señora Díaz es firme continuadora de una política que
ella misma ha ejecutado en no pequeña medida. No, porque representa, a mi modo
de ver, una manera equivocada de entender la política, error que comparten algunos
políticos de esa Comunidad, por ejemplo
Javier Arenas en el PP o
Gaspar Zarrías
en el PSOE. Eso no es renovar, sino más de lo mismo: los viejos usos, los
trucos antiguos. Y lo que necesitan las estructuras de una autonomía, o de una
ciudad, o de un país, es, claro que sí, nuevos rostros cuando los actuales
están desgastados. Pero se necesitan aún más nuevas ideas, y no estoy seguro de
quien ha hecho su carrera subido a un carro que lleva treinta años ejerciendo
el poder esté capacitado para las rupturas de moldes que la nueva era en la que
hemos entrado necesita.
Pongo
el caso andaluz como ejemplo, pero podría esgrimir otros muchos similares. O
podría traer también a colación la irrupción de antiguos líderes políticos
retirados, invadiendo el tapete del debate nacional, pidiendo acuerdos y una
acción que no es precisamente la que ellos ejercieron cuando mandaban. Resulta
que ahora esos ex muestran una resolución y un afán de cambios profundos que,
al menos a mí, simple observador del escenario, me parecen casi inéditos. No,
ellos no van a volver, y sospecho que algunos de los que aún ejercen
protagonismo político, tampoco van a permanecer mucho tiempo en el machito. El
verdadero problema es la falta de banquillo, la carencia de estadistas en
potencia, de auténticos líderes políticos capaces de entusiasmar a los
ciudadanos. Y entonces, claro, surgen las susanasdiaz de turno, personas sin
duda de talante respetable, pero que ni por trayectoria ni, acaso, por
formación, constituyen, a mi entender, la solución al problema político que los
españoles tenemos planteado, y que no es otro que la falta de vuelo de altura.
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