jueves 27 de junio de 2013, 07:32h
De la importante reunión en
el parlamento catalán de políticos y representantes de la sociedad han salido
dos cosas concretas. Una, el envío de una carta a Rajoy; y otra, el encargo de
un documento de consenso sobre lo tratado
en esta asamblea constituyente del Pacto para el Derecho a Decidir.
Es otro gesto grandilocuente
con el que el presidente Artur Mas trata de recabar apoyos y al mismo tiempo pasarles
la patata caliente, que le quema en las manos, del desafió soberanista que
decidió plantearle al Estado.
Tres cosas han quedado claras
entorno a esta reunión del Pacto para el Derecho a Decidir. Que unos partidos
no quieren saber nada del mismo -PSC, Ciutadans y PP , que no han asistido -que
entre los asistentes hay diversidad de
opiniones sobre el procedimiento a seguir y el objetivo final, y que predomina
el criterio de que lo que se haga ha de ser por la vía del dialogo y la
negociación.
Esta constatación es un paso
notable para clarificar las cosas. La primera, ya sabida, es que Catalunya es
plural y diversa. La segunda, que hay un anhelo muy arraigado de que se respete
su personalidad como pueblo. Y la tercera, que existe un movimiento en marcha
-no sólo político sino también social- para la defensa de esta personalidad.
Cuando hace ahora treinta y
cinco años -marzo de 1978- declaré públicamente en el Salón de la Columna de
Vic, que "Catalunya quiere la autonomía para vivir su propia personalidad"
(publicado a toda plana en la portada del número inaugural del prestigioso
diario El9NOU) no hacía nada más que recoger, ya entonces, este sentimiento mayoritario,
que ahora se manifiesta con mayor contundencia, por una parte, y con más
reticencias por otra, debido a varios factores.
La actual radicalización por
un amplio sector muy activo no es garantía de éxito. El enfrentamiento, la
automarginación y la diversidad de posiciones -reflejo de una sociedad cada DIA
más plural- no permiten la simplificación. Por esto de un gesto tan solemne
como el de la constitución del Pacto para el Derecho a Decidir, no han salido
más que el encargo de un documento, que habrá de ser consensuado, y una carta
al presidente Rajoy pidiéndole diálogo dentro del marco legal vigente, como se
ha puesto de relieve.
El gesto de la insólita
reunión puede leerse como un paso adelante en la reivindicación nacionalista,
pero el reconocimiento oficial de las discrepancias evidencia que habrá que
rebajar exigencias para conseguir algo importante.
Estamos entre dos posturas. La
del republicano Junqueras: "Dadme 86 escaños y proclamo la
independencia", y la del democristiano Duran Lleida: "todo esto va
a quedar en nada".
Mientras, el president Artur
Mas gesticula radicalidad al mismo tiempo que va diluyendo su envite con
palabras suavizadas, y trasladando la responsabilidad a la sociedad catalana
más inclinada al "seny" que a la "rauxa". ¿Qué dirá en la
carta a Rajoy?