Viaje con nosotros a mil y un lugar
martes 25 de junio de 2013, 09:48h
Perdonen mi ofuscación, pero cada día estoy más arrepentido
de haber nacido en España y mucho más en Andalucía, pese a ser un trozo de
tierra magnífico y gozar de un pueblo que siempre ha sabido sacarle partido a
sus recursos. Los andaluces debemos de sentir vergüenza ajena cuando
contemplamos a toda esa serie de políticos que nos representan y gobiernan
desde hace más de cuarenta años. En estos últimos tiempos, desde que me
prejubilaron (mejor dejémonos de eufemismos, me echaron) de ABC hace más de
cuatro años, suelo pasarme buena parte de mi tiempo en Oleo-lé, la tienda que
tiene mi mujer en la calle García de Vinuesa de Sevilla, dedicada a la venta de
los mejores productos del olivo. Por allí pasan habitualmente numerosos
turistas de muchos paises de todo el mundo, americanos, ingleses, franceses,
alemanes, portugueses, italianos, escandinavos, japoneses, chinos y también
muchos españoles procedentes de las distintas comunidades. Todos coinciden en
alabar las bondades de esta tierra y de sus gentes, el sol, el arte, la
arquitectura, el saber vivir, la simpatía y la buena acogida de ese turismo que
se ha convertido en casi la única fuente de ingreso para nuestra comunidad.
Naturalmente casi todos están de paso. Ninguno de ellos conoce ni tiene por qué
los sinsabores, el trabajo esforzado, el sacrificio de los pequeños empresarios
autónomos que luchan día a día por sacar adelante sus negocios sin ayudas de
ningún tipo, ni oficiales ni foráneas, crujidos a impuestos por las diversas
administraciones y abandonados por una banca cuyos sucesivos errores los
estamos pagando todos.
Dicen los expertos que las pymes son la principal fuente de empleo de este país.
Dado el trato que están recibiendo no me extraña que hayamos llegado a los seis
millones de parados. Y que conste que no me refiero sólo a la Junta o al
Ejecutivo Socialista. Da igual el color político del Gobierno. Al final las
subvenciones se las reparten los de siempre, los amigos y conocidos del poder,
sea éste del color que sea. Por ello cuando observo lo que ha estado ocurriendo
en la Junta de Andalucía durante diez años con el escándalo de los EREs
fraudulentos no tengo más remedio que indignarme y acordarme de la madre que
parió a todos los que, por el hecho de haberse sacado un determinado carnet
político o sindical o ser colega del director general de turno, se han
"forrado" a costa de los parados andaluces. Y esa indignación alcanza
cotas sumas cuando contemplas al personal que ha repartido los millones a
diestro y siniestro. Gentuza "progresista" como Guerrero, Lanzas o
Trujillo, que se recorrían el mundo en los mejores hoteles a costa del
presupuesto, que almacenaban en sus colchones miles de euros, que tenían dinero
como pasa asar una vaca y habitaciones llenas de jamones de pata negra mientras
más de un millón y medio de paisanos tenían que sobrevivir con cuatrocientos
euros mensuales, deberían de haber hecho saltar las campanas de alarma sobre
unos métodos más propios de las repúblicas bananeras que de un país que se dice
europeo, moderno y desarrollado.
Lo malo es que de cara al exterior los Guerrero, los Lanzas, los Trujillo y
hasta los Sánchez Gordillo y los Cañamero, son la imagen que exporta esta
comunidad de guasa que entre romerías, fiestas. ferias, cante, baile y chiste
fácil parece más un tablao del teatro chino de Manolita Chen que una región
teoricamente desarrollada de Europa. Por ello cuando Griñán y su progresista
gobierno de coalición con Izquierda Unida, hablan de agravios comparativos con
otras comunidades españolas, de marginación del Gobierno de Mariano Rajoy o de
la Europa de los mercaderes, les pediría que dejasen de mirarse el ombligo y
echaran un vistazo a su alrededor para que comprobaran que son ellos, los que
durante diez años han permitido por acción u omisión el enriquecimiento ilegal
de sus amiguetes, los responsables últimos del subdesarrollo de esta tierra.
Cuando todos paguen sus culpas y se ponga algo de órden en la administración
autonómica será el momento en el que Andalucía pueda comenzar a despegar. Claro
que, para ello, sería necesario que el pueblo andaluz fuese consciente de que
todos hemos sido responsables subsidiarios con nuestros votos de esta razzia continuada
de una interminable lista de mangantes.