lunes 24 de junio de 2013, 16:30h
A los pocos minutos de hacerse pública la
dieta vegetariana para poder adelgazar la Administración, la ídem
autonómica mostró su desagrado, con la misma intensidad con que un
adicto a las grasas reaccionaría ante la propuesta de sustituir los
bocadillos de panceta y queso por platos de borraja en los que no se
pudiera comer pan.
Lo que a la mayoría de los contribuyentes, que deseamos que nos
bajen los impuestos, nos parece superfluo, a los dirigentes autonómicos
les parece imprescindible y una seña irrenunciable de identidad. Por
ejemplo, el servicio meteorológico. Mantenemos con nuestros impuestos
una Agencia Estatal de Meteorología, pero en Cataluña por ejemplo han
descubierto que cuando las nubes pasan de Fraga (provincia de Huesca) a
Lérida (provincia de Lleida) cambian su naturaleza, a ver si te crees
que las nubes son tontas, y, enseguida, se dicen las nubes unas a otras:
"chicas, cuidado, que estamos en Cataluña". Y lo mismo sucede con los
vientos. Sopla el xaloc por las costas de Valencia, Alicante o Castellón
y lo puede interpretar la Agencia Estatal de Meteorología, pero en
cuanto llega a las costas de Tarragona, el viento toma conciencia de que
entra en un territorio autóctono y debe ser observado por los
meteorólogos autóctonos que hablan el idioma autóctono.
En ocasiones, sucede que el servicio de meteorología autonómico
subcontrata con una tercera empresa, y esta empresa recoge los datos de
la Agencia Estatal de Meteorología con lo que la estupidez queda
redonda, y así, con nuestros impuestos, se paga a la agencia estatal, a
la autonómica, y a una empresa privada. Y a esta tontería contemporánea
se le llama "defensa de la identidad" por los listos contemporáneos que
viven del voto de los tontos contemporáneos que se lo creen.
El fracaso de Rajoy está asegurado: los tigres no comen lechuga.