domingo 23 de junio de 2013, 15:58h
No recuerdo quien dijo
aquello de que "la educación me persigue, pero yo corro más deprisa". La
historia de la humanidad es una carrera hacia la mejor educación que, a veces,
se interrumpe bruscamente. Como ahora. Nos manifestamos a favor de una
educación para todos, pedimos más dinero para becas, el acceso casi ilimitado
de todos a la Universidad, decimos que tenemos la generación mejor formada de
la historia... ¿Confundimos instrucción con educación? Tengo dudas de que ésta
sea la generación mejor formada, pero estoy seguro de que esta sociedad está
perdiendo la educación y que los jóvenes reciben permanente y cotidianamente el
mensaje de que la mala educación es la norma, la regla y, lo que es peor, un
buen negocio.
Lo vemos en los colegios,
donde los profesores han sido despojados de la autoridad indispensable para su
trabajo. Igual que no se puede someter a votación entre los alumnos el plan de
estudios, también es exigible el respeto al profesor y la buena educación en
las aulas. Los comportamientos cívicos que no se aprendan en las aulas no se
aprenderán fuera. Y no se pueden
convertir en normales, actitudes y hábitos que son radicalmente mala educación.
¿Deberían educar los hogares? Por supuesto, pero muchos padres hacen dejación
de su obligación para evitarse problemas. Los tendrán más tarde. Los tendremos
todos.
Pero es que, además, los
chavales ven en la televisión o e internet - las otras escuelas, tal vez hoy las
más importantes- actitudes y comportamientos impresentables por los que algunos
¡cobran! y adquieren popularidad. Insultos, gritos, amenazas, defensa de
comportamientos incívicos, exhibición impúdica de golferías y mentiras. ¿Qué
comportamientos van a imitar los que se están formando si esos son los que
gozan del "favor de la audiencia"?
En los últimos tiempos,
los políticos están también en el ojo del huracán. Se lo han ganado a pulso,
pero hay muchos honrados, limpios, verdaderos servidores públicos. Los acosos a
sus domicilios privados, a sus familias, son el preludio de otras acciones.
Hace pocos días, los Príncipes fueron abucheados en el Gran Liceo de Barcelona,
uno de los "templos" de la mejor educación. Este fin de semana, la Reina lo era
en el Auditorio en el Día de la Música. Y en el fantástico concierto de Miguel
Poveda en Las Ventas, un grupo de intolerantes abuchearon - callados por un
gran aplauso general- cuando Joan Manuel Serrat y Poveda cantaban una canción...
en catalán. Terrible pecado. Artur Más dijo que los abucheos a los Príncipes no
eran una cosa "importante". Todo lo contrario. La intolerancia, la pérdida del
respeto, la pésima educación la doble moral -que me respeten, pero sin hacerlo
yo- son, posiblemente, lo más importante, porque cuando se practican se acaba
perdiendo la razón. Este es un país que pide respeto para todas las ideas -una
falacia porque algunas no son nada respetables- y que, sin embargo, no respeta
a las personas. Un país mal educado o maleducado no es un buen lugar para la
convivencia ni el progreso.
francisco.muro@planalfa.es