Esta semana que comienza será el banco de pruebas para verificar la
solidez del pacto entre los socialistas y los 'populares'. El
Parlamento ratificará el acuerdo entre ambos para ir de la mano a la próxima
'cumbre' de la UE,
en la que, previsiblemente, se tratarán temas de cierta trascendencia para el
futuro de la Unión. No
creo que sea un Consejo tan, tan trascendental como nos lo quieren presentar;
pero tampoco será de mero trámite, y
Rajoy/Rubalcaba saben que la delegación
española regresará con triunfos en la mano. O eso es lo que va a decirse, y es
lo que va a aceptarse.
Sigo pensando que este primer --¿primer?-pacto entre el saliente
Rubalcaba y el acaso saliente -eso no está tan claro-Rajoy ha sido
la mejor noticia que hemos recibido en semanas. O en meses. Sobre todo, porque
era algo de sentido común: ¿cómo no estar de acuerdo en apostar por la
homogeneización bancaria y fiscal, cómo no en conseguir un objetivo de déficit
más flexible, cómo desdeñar una voz común contra la austeridad a ultranza? Me
parece que el presidente del Gobierno y el secretario general del PSOE han
ensayado un ejercicio patriótico al unificar sus voces cuando se escuchen desde
las cavernas de la eurocracia en Bruselas, desde los ministerios prepotentes en
Berlín. Estoy seguro de que ahora se van a matizar bastante las eurocríticas, a
veces interesadas, a veces frívolas, en ocasiones justificadas, a la política
económica española: ahora esa política llega apoyada en muchos millones de
votos.
Lo interesante, en esta semana, va a ser comprobar si, efectivamente,
los nacionalistas catalanes y vascos se suman al pacto, que yo apuesto que sí.
Y cómo va a evolucionar este acuerdo de Estado cuando el PP y su Gobierno, al
fin, han dado un paso tan importante como esta tímida, pero relevante, reforma
de las administraciones del Estado. Me consta que el PSOE quiere apoyarla
frente a unos nacionalismos que hablan de 'recentralización' del
Estado: están dolidos porque piensan que se les restan demasiadas competencias.
Es el momento para que PP y PSOE, conjuntamente, den un paso al frente. Es el
momento para que todos, empezando por los ex presidentes del Gobierno
-esta semana,
Zapatero en el Club Siglo XXI,con menos expectación que
Aznar--, y siguiendo por la clase política jubilada, apuesten por el gran pacto
reformista. Esta oportunidad no puede perderse en beneficio de los intereses de
los partidos y en perjuicio de los intereses de todos los demás.
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