La
canciller alemana, Angela Merkel, ha dado un tirón de orejas al
presidente norteamericano, Barack Obama, por el 'programa Prism' de espionaje
informático. Días atrás se había descubierto cómo los Gobiernos norteamericano
y británico utilizaban sus servicios para espiar a diplomáticos, políticos,
empresas... Pero esto no es nada nuevo: ¿acaso hemos olvidado la Red Echelon?
Desde finales de los 90 sabemos que nuestras conversaciones, faxes y correos
electrónicos son escaneados por grandes superordenadores al servicio de las
agencias norteamericanas de espionaje. Esa red, que traspasaba fronteras y
vulneraba constituciones, se llamaba 'Echelon'. Ahora ocurre más de lo mismo,
pero bajo el nombre de 'programa Prism'.
El
mundo empezó a conocer a partir de 1998 las primeras asombrosas noticias sobre
que la ciudadanía no estaba segura: era espiada por Estados Unidos a través de
una compleja red de computadoras. Lo peor es que no se trataba de algo de
última hora, ni se limitaba tampoco al terrorismo, sino que todo ese gigantesco
sistema de interceptación llevaba husmeando en el tráfico civil políticos,
diplomáticos, empresarios...- desde su concepción en los años setenta del siglo pasado.
Al
principio no se creyeron esas informaciones, pero en febrero del año 2000, el
Parlamento Europeo conoció un completo informe redactado por el experto
británico Duncan Campbell donde se especificaba el espionaje de Echelon. A partir
de ahí, todos tomaron conciencia de que las nuevas tecnologías, que ya
empezaban a aflorar, lejos de facilitarnos la vida, nos la complicaban más:
perdíamos en libertad y perdíamos en seguridad.
El
informe de Campbell era demoledor. Se conoció que la red ultrasecreta Echelon
se creó a principios de la década de los setenta y fue ampliada entre 1975 y
1995. Estaba dirigida por la NSA norteamericana y la agencia británica
Comunicaciones Gubernamentales (GCHQ) y en ella participaban Canadá, Australia
y Nueva Zelanda. La Administración Clinton se vio obligada a desclasificar los
primeros papeles que hablaban de Echelon, a instancias de científicos de la
Universidad George Washington.
Dos
millones de mensajes por hora
Lo
ocurrido ahora es muy parecido a lo que pasaba antes: es prácticamente lo
mismo, los mismos perros con distintos collares... Entonces, con unos recursos
financieros colosales, una red de 120 satélites y las tecnologías más
sofisticadas, cada hora más de dos millones de mensajes pasaban ya bajo el
tamiz de Echelon, menos de los que parece que pasan ahora por el programa Prism.
Ni los cables de telecomunicaciones submarinos ni el correo electrónico escapan
al control de la alianza entre EEUU y Gran Bretaña, que se sigue manteniendo.
Lo
importante de todo es que, hoy como ayer, se trata no sólo de espionaje
político, sino también económico para que empresas del mundo anglófilo puedan
disfrutar de información privilegiada. Lo mismo que en Echelon: entonces, las
empresas norteamericanas provocaron la pérdida a Airbus y a Thomson de
contratos multimillonarios.
El
informe de Campbell sobre Echelon, presentado el 23 de febrero de 2000 en la comisión
de Libertades Públicas del Parlamento Europeo no sólo ponía los pelos de punta;
es que avanzaba en lo que ha venido ocurriendo hasta ahora. Se conoció entonces
que la Agencia de Seguridad norteamericana también utiliza programas
automatizados para succionar el correo electrónico y los mensajes a través de
nueve puntos neurálgicos de Internet en EEUU.
Dos
de aquellos nódulos estaban directamente controlados por la Administración
norteamericana: College Park, en Maryland, y Mountain View, en California. Los principales
centros de intercepción y rastreo de comunicaciones de Echelon se encontraban
situados en Menwith Hill (Gran Bretaña), Bad Aibling (base militar en Alemania)
Sugar Grave (Virgina, EEUU), Sabana Seca (Puerto Rico), Leitrim (Canadá), Shoal
Bay (Australia) y Waihopai (Nueva Zelanda), según reveló la revista
Tiempo.
Los
'diccionarios' para filtrar información
Echelon
contaba ya entonces con unos superordenadores especiales, denominados
"Diccionario", que eran capaces de almacenar un amplio banco de datos sobre
objetivos específicos partiendo de un nombre, una dirección, un número telefónico
u otros criterios seleccionados.
Funcionaba
así: cuando un satélite detectaba una comunicación interesante, el mensaje se
seleccionaba y se enviaba a determinada carpeta en los centros especializados
de la NSA y del GCHQ. Allí, un agente lo leía y le daba el curso correspondiente,
con copia a la NSA. Los servicios británicos recibían las comunicaciones en
Westminster, en el corazón de Londres, donde disponían de uno de esos
superordenadores 'Diccionario'.
El
sistema que se utilizaba era el de la preselección de los números de teléfono,
pero también algo que se ha desarrollado extraordinariamente desde entonces: las
identidades fónicas (la huella vocal individual).
Una
red de espionaje comercialEl
descubrimiento tanto de los manejos de Echelon como ahora de Prism lo que ha hecho
es poner sobre el tapete un problema fundamental: el espionaje comercial. La
red sajona de Echelon (denominada también Ukusa debido a que éstas son las
siglas, en inglés, de Estados Unidos y del Reino Unido) utilizaba 120 satélites
para interceptar las comunicaciones. Ahora parece que en su nueva formulación
tiene aún mayor potencia.
Y
ahora, igual que ayer, parece que la información susceptible de tener
relevancia económica o comercial era transmitida por la NSA a las compañías
norteamericanas para ayudarlas en sus operaciones y contratos internacionales. A
nadie escandalizará recordar que la NSA, la Agencia Central de Inteligencia
(CIA) y el Departamento de Comercio habían firmado el 5 de mayo de 1977 un
acuerdo para crear una oficina de enlace que canalizara toda esa información,
denominada Oficina de Apoyo Ejecutivo.
Los
Gobiernos europeos, de momento, no han tomado ninguna decisión, pero el
Gobierno de Merkel se ha pensado seriamente demandar judicialmente a Estados
Unidos y al Reino Unido por espiar sus comunicaciones. El propio rotativo The
Guardian destapó el escandalazo sobre que el servicio de inteligencia británico
espió teléfonos y correos electrónicos de integrantes de dos cumbres del Grupo del
G-20. Ahí es nada.
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