Vaya por delante que me parece muy positivo que el Gobierno
de España acometa una reforma en profundidad de las administraciones públicas. Tanto
en lo que se refiere a la marcha autonómica como a la de la Administración
central del Estado y a la local, es preciso un cambio urgente de mentalidad,
que, a falta de conocer detalladamente este viernes las 217 propuestas que
contiene el informe que pretende poner coto al desmadre administrativo, confío
en que se esté produciendo de manera efectiva, aunque sea poco a poco.
Pienso que es indudable que el Estado necesita una reducción
de tantas tareas duplicadas, de tanta legislación innecesaria, de tantos
organismos sesteantes, de tantas arbitrariedades territoriales que hacen pensar
en virreynatos. Y creo que hay que simplificar la vida de los ciudadanos en su
trato, tantas veces tan espinoso y arduo, con la Administración. De
manera que esta esté al servicio del ciudadano, en lugar de dar la impresión de
que es lo contrario.
Lo que me pregunto es si esta reforma, aún apenas enunciada,
acabará con los viejos tics, con la coraza protectora de tanto personaje público,
incapaz de dar un paso sin la compañía del jefe de gabinete, del de comunicación,
del de protocolo, de un par de asesores, de un guardaespaldas y de un chófer,
al menos. Personal todo que se ve en la obligación de justificar su presencia
multiplicando obstáculos, imponiendo distancias con 'el jefe' (cuya
vida guarde Dios muchos años), creando conflictos protocolarios -ese 'jefe'
ha de ser tratado con total preeminencia--. El cambio de mentalidad al que
aludo implica, sobre todo, saber que hay que gobernar de manera mucho más
cercana a la gente de la calle, que es la que elige y paga a sus
representantes.
No quiero dejar la impresión de que me recreo en la crítica.
En mi opinión particular e intransferible de viejo periodista político que
aspira, sobre todo, a mantenerse independiente, el Gobierno de
Mariano Rajoy
está enfilando, tras demasiados meses de pasividad y desconciertos, por la
buena ruta. Con todos los fallos que usted quiera en ministerios concretos, con
todas las características de falta de liderazgo que usted pueda apreciar en
quien ahora necesita más que nunca abrillantar cualidades de hombre de Estado.
Pero lo cierto es que se aprecian pasos positivos: proyecto de ley del
Emprendedor, pacto con
Rubalcaba -que debería extenderse a otros
terrenos, además de a la acción conjunta ante la UE-y, ahora, reforma de las
administraciones. Pues adelante, que no decaiga y a profundizar en lo iniciado:
es, ya digo, toda una revolución mental, mucho más que una mera informatización
de servicios públicos, lo que se necesita.
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