miércoles 19 de junio de 2013, 16:38h
No estamos en los días germinales previos a
la Revolución Francesa y, por lo tanto, ninguna testa coronada se ha
dejado engañar, ni tampoco -por seguir con las referencias de la época-,
nadie anda buscando el comprometedor collar que le había sido regalado
por un cardenal a la reina María Antonieta. Nada que ver aquél retablo
histórico -que dio pie a una muy reeditada novela de Alejando Dumas- con
algunos episodios de nuestros días, y, sin embargo, en algunas de las
cosas recientes que tienen como protagonistas (y, en principio, como
víctima, a la Infanta Cristina de Borbón) despiertan un cierto eco de
trama si no novelesca, cuando menos, digamos que digna de investigación.
Al haberle atribuido la Agencia Tributaria varias propiedades en
diferentes lugares de España -propiedades supuestamente vendidas por un
monto cercano al millón y medio de euros- y reconocer posteriormente la
Agencia que la información se debía a un error, se ha montado un
escándalo mayúsculo. No es para menos si partimos de un hecho
fundamental: en fuentes de la Casa del Rey se ha desmentido
categóricamente que la Infanta tuviera relación alguna con dichas
fincas. Otro tanto han manifestado sus verdaderos propietarios.
Todo este asunto, como es bien sabido, tiene asiento en relación
con la investigaciones del "caso Nóos" en el que el juez (José Castro) instruye un denso sumario centrado en las andanzas "non sanctas" de
Iñaki Urdanagarín, esposo de la Infanta. Sabido, también, que Doña
Cristina, participa de los consejos de administración de algunas de las
sociedades creadas por el duque y por su socio (Diego Torres), el
instructor, lógicamente, quiso saber de las cuentas y recursos de la
pareja ducal. Y fue entonces cuando llegó al juzgado la información
facilitada por la Agencia Tributaria acerca de las fincas supuestamente
vendidas por la Infanta. Fincas que ahora se sabe que no son suyas. Toda
España se pregunta ¿cómo ha podido producirse un fallo tan garrafal que
en su literalidad resulta que señalaba a la Infanta como supuesta
autora de un delito fiscal a no haber declarado los beneficios de las
supuestas ventas inmobiliarias? Todas las conjeturas han sido formuladas
y dichas. Todas menos una, la que apuntaría el "negro" que le escribía
las novelas a Dumas: alguien pudo haber urdido esta trama a modo de
anzuelo para que picara el instructor y, posteriormente, una vez
descubierto la falsedad de los datos, desacreditar la instrucción y
solicitar la nulidad de todo el procedimiento. Seguro que el novelista
también habría dedicado un capítulo a cabildear acerca de las razones
por las cuales la defensa de la Infanta ha declinado querellarse contra
la Agencia Tributaria, pese a lo palmario del error y de la falsedad
atribuida a su cliente. Ya digo, todo esto no pasa de ser material para
una novela de intriga que alguien acabará escribiendo a falta de una
explicación plausible de lo sucedido. Hay tiempo.