El
martes, si los dioses y los genios informáticos me dejan. Yo, que siempre he
sido de libros en papel, de carpetas en documentación
y consultas hoja a hoja, resulta que cuando se me cae el sistema doméstico de
internet, ya soy incapaz. San Google,
por dios. Que qué buscamos? Pues todo. Confirmaciones ortográficas o
cronológicas, ese dato que sabíamos pero que ya no está en nuestro disco duro interno, donde sí ha dejado
su sombra; ese artículo -propio o ajeno- en el que había algo que....si, que no
me acuerdo muy bien exactamente, pero que me venía a cuento. Esta cosa de poner
las cosas en relación, unas con otras, que decía el viejo Bemveniste, y que ahora, gracias a este bendito y endiablado
cibermundo, se convierte en una posibilidad instantánea.... Si es que sabes qué
relacionar y por qué lo relacionas, claro. Como algunos amores, y no los menos
importantes, sólo se extraña cuando se ha ido. Como estoy en la nostalgia de mi
internet -que ya vuelve a estar al caer, parece- le quiero hacer un homenaje a
San Google que los de mi oficio reconocerán estupendamente. Espero. Que puede
que muchos no.
Por
ejemplo, me encantaría hacer hoy una crítica de la curiosa y deliciosa novela
de Marcelo Luján, titulada Moravia y publicada por El Aleph, pero
para eso -aunque no lo contara- tendría que dar una ojeada (de ojo) a ese uso
de los dos puntos -los ortográficos, o sea, los : - y tendría que encontrar en cuál de mis abstrusas lecturas
está la
cita conveniente. Que sé por dónde. Y por qué: es que hay una forma de
inclusión de los referentes que es distinta, realmente distinta, con esos dos
puntos, que con una coma, un punto o un adverbio o una construcción latina de
introducción, que también existen y marcan otros estilos. Y esos dos puntos dicen
más de la concepción de la literatura de un escritor como Lujan, que incluso la propia historia. Y hasta que su cuidadísima y
compleja sintaxis (de la que esto, naturalmente forma parte), y que su lenguaje
rico y jugoso, y más aún, que la estructura minuciosa de un thriller llevado a la alta literatura, con
una galería de personajes que nos lo dicen todo sobre la ciudad, como es el
caso. Así que por hoy vale con que me ha gustado.
Y
vale que me ha gustado el Diario de Túnez
de José Manuel Caballero Bonald, en
una edición preciosa de Del Centro Editores, como homenaje a este veterano
escritor de ida y vuelta entre la Andalucía cálida y barroca y la América Nuestra,
que dirían Neruda y Alberti, y José Martí, por su merecido Premio Cervantes.
Y
vale que me divierte el que Ramdon House - Mondadori lance un sello nuevo,
Fantascy, si, de fantástico y ciencia ficción, que sobre todo por el lado de la
fantasía neogótica parece que está siendo, y ya lleva un par de temporadas
asentado en el mercado, lo más elegido por los lectores. Lo presenta con La corte de los espejos, de Concepción Perea, y Los
nombres maestros, de Jesús Cañadas.
Y
vale que les cuente que José Carlos Llop
me ha convencido de que la novela de Llucía
Ramis, Todo lo que una tarde murió
con las bicicletas, recién publicada por Libros del asteroide, me va a
merecer la pena. Es que Llop la ha
prologado, y siempre he coincidido con su gusto, con su estilo, desde los ya
casi lejanos días de El informe Stein
o la siguiente, La cámara de ámbar. No
es que Ramis sea nueva, esta es su
tercera novela, pero ha publicado en catalán y cualquier día tendremos que
hablar de lo que está pasando con las fronteras lingüísticas, y la falta de
apoyo a nuestro mutuo conocimiento, que estas lenguas, el catalán y el euzkera
y el gallego, forman parte de mi
patrimonio, oiga. Creo que contaba en esta misma columna hace unos días que
entre las muchas orientaciones lectoras, las de los amigos de los que una se
fía, están entre las primeras. Ya le hincaré el diente.
Y
vale que me voy a poner guapa y me voy a la Fiesta de Planeta, que tengo ganas
de ver gente.
- Especial: Todo sobre la Feria del Libro
- Gane un lote de libros con Diariocrítico
- Ediciones anteriores de 'Lágrimas de cocodrilo'