ONCE, setenta y cinco años
domingo 09 de junio de 2013, 16:14h
Hay organizaciones que si
no existieran tendrían que ser inventadas urgentemente. Algunas han nacido
entre nosotros y son más reconocidas internacionalmente que en casa; otras son
universales, pero todas tienen en España y en este momento actual, una
trascendencia fundamental.
Quien escucha hablar de la
Organización Nacional de Trasplantes sabe que es una organización modélica
copiada en medio mundo que ha salvado miles de vidas y que sigue siendo la
última esperanza de sobrevivir para muchas personas. Cáritas es hoy el refugio,
la solidaridad, la salvación de millones de ciudadanos que la sociedad ha
expulsado del mercado laboral y ha condenado a la exclusión social. La Justicia
Gratuita y el Turno de Oficio, con todos los impagos, los problemas, los
recortes y las amenazas siguen siendo la última posibilidad de conseguir
justicia, un bien escaso pero imprescindible para la paz social, que prestan
39.000 abogados y 83 Colegios de Abogados 24 horas al día, 365 días al año en
cualquier lugar de España. En esa lista está, en puestos de honor, una
organización nacida en 1938 en Cataluña, que ha sido luz para cientos de miles
de ciudadanos ciegos o discapacitados. No sólo les ha ayudado a poder
sobrevivir, a ser autónomos, les ha permitido acceder a la educación, a la
lectura y hacer una vida prácticamente normal, sino que les ha dado trabajo y
dignidad.
La ONCE que ahora cumple su
75 aniversario, celebró el 60 cumpleaños con una caravana que realizó más de
veinte mil revisiones de la vista por toda España y que certificó algo que sólo
se consigue por el trabajo bien hecho: la credibilidad, la confianza. Muchas
personas se ponían a la cola para entrar en aquel autobús-consulta de
oftalmólogos y optometristas porque, decían "de la ONCE me fío". Alguien la
calificó como "la mejor campaña sobre el cupón, sin hablar del cupón". La ONCE
es mucho más que el cupón, porque éste es sólo un instrumento, uno de los más
populares, para la inclusión social, educativa y laboral de todo un colectivo
que en otros países sigue marginado y excluido.
Durante setenta y cinco
años, la ONCE ha amasado un capital de credibilidad, pero, sobre todo, de integración,
de servicios, de empleo. De dignidad. Ha pasado de pedir a dar: hoy ofrece
empleo estable a 136.000 personas con discapacidad visual o física -4.000 nuevos
empleos en este sector sólo en 2012- y miles de especialistas en cientos de
centros prestan servicios de enorme valor añadido a muchos miles más. Además,
ha sabido transmitirnos que, detrás de cada vendedor del cupón, hay una persona
que merece, que necesita nuestro reconocimiento. Aunque la ONCE no necesita
premios -el mayor es que millones de españoles sigan comprando el cupón para
que pueda seguir ejerciendo su función- merece un reconocimiento social
permanente y algo más. Se merece, como ya lo tienen Caritas o la ONT, un Premio
Príncipe de Asturias de la Concordia, el Nobel de la solidaridad.