viernes 07 de junio de 2013, 09:41h
A Tom Sharpe, "in memoriam".
Hace un par de semanas escribía sobre la inexistencia de nuestra
intimidad, violada sin control en Internet, de cómo estamos controlados por
cientos de compañías, ahora mismo, mientras usted lee estas líneas. Ahora una
filtración a "The Guardian" y al "Washington Post" ha revelado como la NSA, la
todopoderosa Agencia de Seguridad Nacional estadounidense, además de obtener
datos de millones de llamadas telefónicas de la compañía Verizon
independientemente de cualquier sospecha sobre delitos, terrorismo o espionaje,
lleva seis años espiando los sistemas de Google, Microsoft, Facebook, Apple,
Yahoo, You Tube, Skype y otras empresas de Internet y redes sociales en un
programa secreto llamado PRISM, con el cual se puede obtener toda la
información de una persona, incluyendo historial, correos, archivos compartidos
y cualquier cosa tecleada o pinchada en nuestra pantalla.
Las compañías afectadas han negado saber nada del programa en
cuestión, aunque están legalmente obligadas por Washington a proporcionar
información si son requeridas para ello por las agencias de inteligencia, pero
PRISM permite a la NSA, una agencia militar, el acceso directo a todos sus
servidores, programas y bases de datos.
No hay, en efecto, demasiada novedad en esa información, como tampoco
la había en los documentos de Wikileaks, pero esas filtraciones nos permiten
comprobar una vez más como desaparecen las barreras entre lo civil y lo militar
como consecuencia del terrorismo y las veladuras que protegían nuestra
intimidad. Internet dinamita el dique entre lo privado y lo público, esencial
en la cultura burguesa y democrática de los dos últimos siglos; como Groucho y
el primo Ignacio nos recuerdan, hace años la fórmula era "El secreto de la vida
es la honestidad y el juego limpio; si puedes simular eso, lo has conseguido".
Exigimos a la Corona la desnudez absoluta de sus cuentas, y hacemos
bien. Pero también la CEOE y los sindicatos deben acostumbrarse a la publica
exposición de todos sus números. Como la Iglesia y los partidos políticos. El
argumento sindical de mantener en secreto una parte de su contabilidad por
implicar estrategias de negociación o de presión en las negociaciones es muy
poco convincente, y sólo contribuye a generar sospechas. Pero es además un
intento vano de poner puertas y biombos al escenario abierto en el cual
bailamos todos un "Full Monty".
Internet y los registros electrónicos de todo tipo de llamadas,
transacciones, cuentas bancarias, chanchullos y fullerías complican mucho
simular la honestidad y el juego limpio. Hasta para la CEOE, los partidos, la
Iglesia y los sindicatos, condenados a la exhibición impúdica de sus caudales.
Quieran o no.