Un fantasma recorre Europa
jueves 06 de junio de 2013, 22:23h
Un fantasma recorre Europa: el riesgo
de su desintegración como proyecto común. Los parlamentarios europeos andan
profundamente atemorizados frente a las próximas elecciones comunitarias del
año que viene. Tiemblan ante la posibilidad de una abstención rotundamente
masiva o, lo que es peor, ante una caída de los grandes partidos europeístas a
manos de sectores radicales antieuropeos, tanto desde la izquierda como desde
la derecha.
Ciertamente, una debacle del
europeismo en las próximas elecciones sólo estaría reflejando el malestar de la
crisis, pero también anticipando el riesgo más serio de que lleguen a ganar las
elecciones en algún país importante las fuerzas que rechazan la Unión Europea.
No tiene nada de particular que una
crisis económica profunda provoque una amplia molestia social y que ella se
dirija contra los círculos de toma de decisiones. Pero el rechazo de la gente
contra Bruselas no guarda tanto relación con la crisis como con la forma de encararla
por parte de las autoridades comunitarias. La receta dirigida sobre todo hacia
los países del sur, consistente en imponer una política de austeridad y
recortes, está haciendo que sus poblaciones renieguen del proyecto europeo. Y
lo más grave es que esta política restrictiva tiene como causa de fondo el
renacimiento de los viejos demonios en la región.
El proyecto de la Unión Europea
siempre ha tenido dos diablos: uno periférico y otro bien interno. El
periférico está referido a la falta de compromiso serio del Reino Unido. En
efecto, los ingleses se sienten en medio de una tensión no resuelta: su alianza
estratégica con Estados Unidos frente a su fidelidad con la idea europea. Y el
resultado es un comportamiento poco claro con su teórica pareja europea. Pero
tal vez este problema ya era un dato explícito hace tiempo. Quizás el problema
más grave sea el interno: la falta de confianza de Alemania en el resto de la
Unión Europea.
Desde su unificación, Alemania ha
quedado presa de sus tendencias centrípetas. Su escala de prioridades ha estado
encabezada, con enorme diferencia, por su bienestar interno; muy por encima de
la suerte que pueda tener la Europa comunitaria. Es cierto que su discurso
sigue siendo europeísta, pero su fórmula precisa es que los desequilibrios en
la región tienen que resolverlos los países menos poderosos, sin afectar la
relación desigual que mantiene con ellos la propia Alemania. Desde luego, esta
visión puede tildarse de cortoplacista, como ha advertido el Banco Mundial,
porque si la política de austeridad hunde las economías del sur de Europa, al
final eso se volverá contra las relaciones comerciales alemanas. Pero, como se
queja Joschka Fischer, antiguo líder de los verdes y exministro de exteriores
de Alemania, no existen en estos momentos líderes alemanes con una visión
estratégica de largo plazo, capaces de sacar a la población alemana de su
mirada cortoplacista. Así que la potencia alemana permanecerá impidiendo que
Bruselas sea capaz de salir de su actual impase. Todos saben en las
instituciones comunitarias que la forma de sacar a Europa de la actual crisis,
en tanto que Unión, no es otra que avanzar decididamente hacia la unión
bancaria, fiscal y política. Como se ha insistido, no es menos sino más Europa
lo que se necesita.
Pero eso requiere abandonar el miedo
a la responsabilidad compartida, la transferencia de recursos cuando sea
necesaria y la pérdida de soberanía nacional. Un miedo que asusta a importantes
sectores en cada país, pero que atenaza literalmente a Alemania. Por eso sus
autoridades siguen prefiriendo mantener una política restrictiva en general y
luego hacer ciertas operaciones puntuales, como el apoyo no precisamente
exagerado a las PYMES en España. Pues bien, la desconfianza de los alemanes
respecto del resto de Europa resulta hoy un obstáculo considerable para encarar
seriamente una solución europea de la crisis. Y mientras tanto, sigue creciendo
la marea social que rechaza la política que llega desde Bruselas.
Un viejo fantasma recorre Europa, la
desconfianza mutua, que comienza a parecerse demasiado al que tiempo atrás nos
llevó al desastre y muchos creíamos conjurado para siempre.