Con él llegó el escándalo. En doble sentido. Con cara: algunas verónicas y muletazos sueltos de pura magia capotera y muletera. Y cruz: el bochornoso baile de corrales desde el primer reconocimiento de los novillos, perdón, toros -¿en que estaría yo pensando?- este martes y el segundo ya en la mañana de este miércoles. Y es que
Morante, que otrora ha demostrado poder y lucir con bicornes con el trapío de Las Ventas, cada día quiere los bureles con más escasa presencia. Cada día destapa su frasco de perfume cuando no hay toro.
Buen oximoron éste, bueno. Torear sin toro. Claro que el de la Puebla es ahora mismo el único coletudo que cuando festonea sus mecidas y pasionales verónicas hace que casi se te olvide la birria de toro al que las aplica. Y cuando estremece las fibras sensibles de los espectadores con algún redondo y compulsivos ayudados, idem eadem idem. Tal fue su balance artístico, sólo frente a su segundo enemiguete anovillado, en un petardo de festejo de Beneficencia, Ea. Cosas del cante jondo, que ningún otro compañero atesora en el interior de su alma.
Claro que si este novillo -perdón, toro, ¿en qué estaría yo pensando?- adolecía de falta de trapío, el resto de sus hermanos, del hierro anunciado y el primer remiendo de
Victoriano del Río, también. Aunque con menor desvergüenza, lo que da que pensar que cómo serían los rechazados por los veterinarios en los reconocimientos. Que cuando se anuncia Morante aseguran primero el baile de corrales y después que salgan al ruedo novillos -perdón, toros, ¿en qué estaría yo pensando?-indignos no ya de Madrid, sino de otros cosos de inferiores exigencias.
Susto para PadillaEso sí, en lo que empataron los seis bichos fue en su descastamiento generalizado, en su mansedumbre ante los caballos, en cualquier parecido a la primigenia especie del 'bos taurus'. No obstante,
Juan José Padilla, que reaparecía en Las Ventas después de su gravísimo percnace en Zaragoza en octubre de 2011 -fue obligado a saludar tras romper el paseíllo-,anduvo voluntarioso y ejerció con suficiencia como director de lidia.
El jerezano incluso ofreció un buen tercio de capote ante el primero y un vulgar tercio de banderillas, que luego extendió a sus labores con la flámula ante los dos de su lote -al segundo ya ni lo banderilleó- que cerró con los habituales arrimones que pudieron costarle caro ante el cuarto, que le volteó espectacularmente aunque sin otro daño que el susto.
Voluntarioso, y pesado, se mostró un
Castella en horas espesas y bajas, que se aburrió y aburrió con el invalidísimo tercero, y aunque empezó su faena en el último con valerosos pases cambiados, después volvió a la vulgaridad. Algo que no se permitió Morante, pues abrevió ante su primero, que se defendía, y en el otro novillo -perdón, toro, ¿en qué estaría yo pensando?- derramó mínimamente las esencias 'rompiéndose' en cuatro verónicas -una de ellas eterna- y dos medias ya comentadas líneas arriba y luego lo mató a puñaladas.
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