Mejor una buena ley de partidos
viernes 31 de mayo de 2013, 12:39h
Puestos a pensar con
objetividad, lo realmente asombroso es que en una democracia tenga que
redactarse una ley de transparencia; ya sé que la tienen de antiguo otros países,
pero precisamente porque la España de las libertades es históricamente
reciente, reconozcamos que al menos da un poco de pena que se tenga la
necesidad de esa Ley que ahora quiere consensuar el Gobierno con la mayoría de
los partido políticos como no podía ser de otra manera: estas cosas no
funcionan con mayorías absolutas.
¿Pero por qué
necesitamos normas para ser transparentes? Primero porque no lo somos ni de
derecho y llama la atención la cantidad de secretos, de ocultaciones, de
documentación que nunca ven la luz y de lo difícil que es tener acceso público
en España sobre mucha información. Y eso es malo y peor aun que tanto misterio
esté amparado por ley. Pero no sólo no sabemos la mitad de lo que pasa sino
-seamos serios- es que las cañerías del sistema han ido acumulando tanta
suciedad que ya se hace insoportable permanecer impasible como si todo fuera
normal.
Dicho esto y
admitido que el estado de la corrupción está incrustado en el sistema, debería
haber bastado una buena división de poderes para poner freno al desastre: el
propio ejecutivo con su ministerio de Hacienda, el legislativo con su capacidad
para exigir explicaciones, un Tribunal de Cuentas que realmente funcionara y,
sobre todo, un poder judicial de verdad independiente tendrían que haber
bastado para mantener fuera de sospecha y en su caso denunciar y condenar a los
que son los grandes sospechosos. Entonces ¿por qué una ley específica contra
opacidad? Pues, una vez más, porque nuestra democracia ha sido secuestrada por
la voracidad de los partidos que se han encargado de ocuparlo todo en un
ejercicio de complicidad inadmisible para el ciudadano: si ellos controlan a
los controladores ¿para qué sirven los controladores?
Y lo malo es que
la Ley de Transparencia, aunque evidentemente algo va a solucionar (al menos
habrá una norma a la que acogerse) no va a ser la panacea que saneé la sociedad
española. Y no lo va a ser porque, de entrada, la elección de ese consejo que
vele por la transparencia parece que saldrá del Congreso que es lo mismo que
decir que será elegida por los partidos y para ser más exactos, por los dos
partidos que por ahora se turnan en el poder. Los más viejos del lugar
recordamos aun la cantidad de debates y la cantidad de esperanza que se
depositó en la figura del defensor del pueblo durante el periodo constituyente.
Pues ya ven en qué quedó: una institución bienintencionada pero carente de peso
a la hora de la verdad.
No es bueno ser
pesimista con lo que aun no existe, pero la experiencia pesa mucho. ¿Recuerdan
cuando en un alarde democrático ZP renuncio a nombrar al director general de
RTVE para que fuera el propio consejo del ente quien lo hiciera? Perfecto;
¿pero quien componía ese consejo? Los designados por los partidos con mayoría,
como es lógico, del partido en el Gobierno; en resumen: yo no lo voy a nombrar,
lo va a nombrar a los que yo he nombrado para nombrarlo. Pues vale. ¿Y qué
ocurre con el CGPJ, con el Supremo, con el Constitucional? Todo en España huele
a partido y es ahí donde habría limpiar de una vez la herida. Bienvenida una
Ley de Transparencia, pero casi mejor una nueva Ley de Partidos en la que todo
quede claro, en la que haya que sea público hasta el último céntimo y sin
fundaciones y otras tapaderas que sólo sirven para lo que todos sabemos que
sirven.