Rajoy está cumpliendo su programa
viernes 31 de mayo de 2013, 09:10h
La mejor
tradición británica siempre ha preferido el espíritu de las normas
a su expresión literal. Quizás por eso sea tan poco de su gusto una
Constitución escrita. Pues bien, en la tradición carpetovetónica
sentimos mucho más apego por la literalidad que por espíritu de las
leyes, los acuerdos, las reglas. Una tendencia que se conecta por
algún lado con el viejo aforismo hispánico de: acato pero no
cumplo.
Esa es la
percepción creciente que siento cada vez que se acusa a Rajoy de
incumplir el programa con el que fue elegido. Así que ya creo que ha
llegado la hora de poner este asunto negro sobre blanco. Ante todo,
he de aclarar que no parto de un menosprecio del valor que tienen los
programas de gobierno en las elecciones. Coincido plenamente en que
los programas electorales no son ni deben ser un cachondeo
oportunista. Estoy convencido de que el acto supremo de elegir es un
derecho fundamental en una democracia, que se desvirtúa si acabamos
eligiendo a los candidatos no por su programa sino por su cara
bonita. Algo que tiende a producirse si nos empeñamos en un
participacionismo únicamente ex post, según el cual a la ciudadanía
no le debe importar tanto la elección de gobernantes como su
participación posterior en la gobernación del país. Todo lo
contrario: ser capaces de distinguir entre diferentes programas es lo
que refleja una ciudadanía de calidad. Algo de lo que seguimos muy
necesitados en España.
Pero
entonces lo que debe interesarnos es si se mantiene fielmente la
intención y el sentido del programa de gobierno y no su literalidad.
Y en esa perspectiva creo que Rajoy está cumpliendo con lo primero
aunque no lo haga en cuanto a lo segundo. Tomemos el caso más
ilustrativo: la subida de impuestos. Es completamente cierto que
Rajoy repitió en su programa y durante la campaña electoral que era
claro partidario de reducir impuestos y luego ha llegado al gobierno
y ha hecho lo contrario. A causa de lo cual le han llovido críticas
desde todos los ángulos del espectro político.
Pero ya va
siendo hora de responder con honradez a la pregunta de por qué lo
habrá hecho. El gobierno de Rajoy asegura que eso fue producto de la
desagradable sorpresa que se encontraron en las cuentas públicas.
Coincido con sus críticos de izquierda acerca de que esa es una
verdad a medias. Lo cierto es que hubo mucho desconocimiento de parte
del PP sobre cómo estaba las cosas y también un buen poco de
demagogia. Sin embargo, estoy convencido de que respecto a su
orientación política ha sido coherente la elevación de impuestos y
también, como callan sus críticos de izquierda, que eso era lo que
le convenía al país. Y no me parece honesto criticarle tanto por
una cosa como por su opuesta. Sobre todo teniendo en cuenta la
cantidad de cosas criticables que tiene su gobierno.
En realidad,
pareciera que algunos prefieren, también en la izquierda, un Aznar
que clama desde una perspectiva derechista por el cumplimiento
literal del programa que un Rajoy que mantiene su propuesta política
centrista aunque tenga que saltarse algunos puntos programáticos.
Desde luego, si para algo ha servido la reciente reaparición estelar
del expresidente Aznar en los medios ha sido precisamente para
ilustrar que Rajoy no representa la derecha dura de su partido, sino
que eso lo representan otros, por ejemplo el propio Aznar. Más aún,
estoy convencido de que si Rajoy representara esa derecha dura
hubiera sido muy difícil que Felipe González se hubiera reunido con
él tres horas para apoyar al gobierno en la política internacional,
el mismo día, por cierto, que Aznar salía en televisión con sus
amenazas. En suma, no sería malo que fuéramos abandonando el gusto
obtuso por la literalidad y nos dejáramos abrazar un poco por el
sentido común.