¿De verdad hay crisis? Es verdad que hubo una burbuja inmobiliaria y
que el exceso de crédito sin garantías derribó el sistema cuando los
prestatarios, al caer el mercado inmobiliario y pararse la construcción,
se quedaron sin trabajo. La masa laboral española se encontraba en el
ladrillo y subsidiarios y el efecto dominó afectó a todos los sectores
de consumo.
Este crac produjo la crisis (2008) y esperamos que los gobiernos
atacaran el problema de raíz para que 1) hubiera menos huevos en el
cesto ladrillero, 2) hubiera más españoles preparados en otros sectores,
3) se produjera un cambio hacia una productividad de alto valor añadido
que nos permitiera competir con Alemania y no con China. Nada de esto
se ha producido; ni siquiera se ha planificado.
Las decisiones que se vienen tomando en estos años analizadas
diacrónicamente no sirven para solucionar estos problemas. Rescatar a
los bancos, por más que pareciera una necesidad, no ha podido hacerse
peor: el dinero inyectado no ha creado el bypass que devolviera el
crédito a familias y pymes. De hecho, fue absurdo ceder miles de
millones a bancos con acceso a colocación internacional cuya segura
rentabilidad les garantizaba un pingüe beneficio sin riesgo. Se les
inyectó capital contra una "suposición" de agujero tóxico que nunca se
pudo comprobar y los bancos colocaron ese dinero, conseguido al 1%, a
intereses de entre el 3 y el 7% en bonos extranjeros: nunca iba a llegar
a pymes y particulares.
En paralelo nos inventamos un banco malo -un
parking de activos tóxicos por los que ya, recordémoslo, habíamos
pagado con las dos primeras inyecciones de capital público- que absorbe
toda la porquería inmobiliaria para ir dándole salida en el mercado
privado a medida que los precios caen.
Por otra parte, los créditos impagados no se saldan con los
dineros inyectados como sería de esperar. Se ejecutan los lanzamientos
y, atención, los seguros de impago y CDS. Es decir, los bancos cobran
por sus activos tóxicos de las inyecciones de dinero público, de los
inmuebles embargados, de los CDS y, además, los traspasan a un parking
tóxico a valor contable y no a valor real: es decir, cobran tres veces
por el caos causado por su negligencia y codicia.
El sistema está basado en el crédito y la emisión de deuda
-forma aciaga de crear dinero al alcance casi de cualquiera a través del
invento funesto del fiat money, hágase el dinero, como en fiat lux
hágase la luz- y si el dinero no corre y los ratings internacionales
bajan la calificación de la deuda nacional y de las deudas subsidiarias
(las empresas no pueden emitir deuda mejor calificada que el rating del
país), cae la financiación a corto y medio. Las empresas dependen
exclusivamente de las ventas y, como el paro se disparó por el desplome
del ladrillo, los beneficios empresariales desaparecieron provocando más
despidos, menor consumo y vuelta a empezar hasta nuevos despidos.
Con este panorama, las empresas no pueden pagar 45 días por año
trabajado. Se flexibilizan las condiciones hasta casi despido libre (aún
faltan los "¿deberes?" de este año). Se añade que tampoco los estados
se pueden financiar por lo que se legisla reduciendo la prestación por
desempleo y subiendo los impuestos.
El estado, sin flujo de caja, reduce las pensiones, el gasto en
sanidad y en educación y se empieza a hacer pedagogía, que si la fiesta
del sur -¿qué fiesta, en serio?-, que si se acabó el estado del
bienestar, que si las pensiones son un lujo, que si la sanidad es un
lujo, que si la educación gratuita y de calidad es un lujo. No son un
lujo, lo que son es un negociazo privatizadas: el mercado de pensiones
privadas puede suponer 600.000 millones de euros/anuales en Europa y el
de la sanidad puede alcanzar el billón (datos FT)
Miremos bien a nuestro alrededor, con otros ojos: una docena de
mandamases en la sombra están acabando con el Sueño Europeo y una
batería de gobiernos mal preparados se están dejando engatusar.
Nosotros, la gente, solo pagamos el pato; el problema es que lo estamos
pagando una, dos, tres veces y ni el pato era nuestro ni nosotros lo
matamos ni nosotros nos lo comimos; solo lo pagamos, una, dos, tres
veces.