Están sentados en la balaustrada de la Fiesta. Quieren ser figuras mañana. Y, de momento, ya se parecen a ellas;: en el toreo posmoderno, ventajista, al hilo del pitón, repetitivo y monótono. De vez en cuando se salen de esta norma de vulgaridad: ora por detalles de clase -pocos, ¿eh?, pocos- , como
Curro de la Casa, ora por echar al tapete del ruedo la carta del valor sin cuento, de ese que transmite angustia a los tendidos y oprime el corazón de la parroquia, como
Sebastián Ritter.
Pero ni uno ni otro aprovecharon una novillada mansota pero manejable y noble hasta la extenuación. el colombiano Ritter, al que se le ve sobrado de facultades y muy sereno delante del burel, y que compitió en quites toda la tarde con el alcarreño De la Casa, se dedicó a ponerse bonito en el tercero, casi inválido, con lo que aquello no cuajó para nada y aburrió hasta al propio novillote. En vista de lo cual, ante el que cerró un festejo opaco en general, decidió meterse entre sus pitones, en terrenos de la querencia del bicho para ganarse las únicas ovaciones fuertes de la función. Nadie dudó de su valor, y es posible que le repitan, pero el toreo es otra cosa diferente a acercarse tanto a la tragedia.
No obstante, aún admitiendo que Ritter supo vender su producto, se agradece el esfuerzo y un punto -poco, ¿eh?, poco- de rabia novilleril. Porque ya no hubo más. Y es una pena porque quizás si el gélido y blando Curro de la Casa se hubiera fajado más, le hubiera echado más ambición, se habría acercado al triunfo,. Porque incluso con eses defectos posmodernos señalados, maneja con gusto y aroma clásico percal y pañosa, pero se le vio verde para la conquista de Madrid, y sobre todo sin cruzar la raya donde está el éxito, aunque también la cornada.
No es que, como habrán leído en la ficha, la novillada fuese un mano a mano, quia. Acontece que
Tomás Campos, que a diferencia de sus compañeros, repetía en Las Ventas, sumó todos los defectos apuntados de la tauromaquia actual, unido a una vulgaridad pasmosa y una falta de ambición enorme. Vamos, como si tuviera ya varios cortijos. Si en este aspecto, aprobó por los pelos el colombiano y suspendió el alcarreño, el extremeño, al que apodera
Rivera Ordóñez -aconsejándole, a ver si fue por esto, en el callejón- sacó un cero patatero. Eso sí, Campos no es tan malo como su apoderado. Mas con eso sólo no basta.
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