Ética, asignatura necesaria
lunes 27 de mayo de 2013, 12:07h
Si en algo se hace rabiosamente
patente la reminiscencia de las dos Españas es en cuanto a nuestra cultura
ética peninsular (y de las islas). Algo que reproduce un conflicto agregado
permanente en torno al sistema educativo. Desde que abandonamos el nacional
catolicismo de Franco, la historia de la formación ética en el contexto
educativo no es otra cosa que una seguidilla de bandazos y desencuentros. Hubo
sólo un momento de relativo consenso en torno a la propuesta de UCD de 1979,
que cambió las clases de religión por la asignatura de Ética, incluyendo la
opción de estudiar historia de las religiones. Pero ese consenso preliminar era
más producto del ambiente de acuerdo político general que de otra cosa. Desde
entonces, ha sido imposible establecer un nuevo pacto entre la España laica y
progresista y la España católica y conservadora. Así que el asunto ha ido
oscilando desde un extremo al otro, según el color político de cada mayoría
parlamentaria y el correspondiente gobierno.
El resultado de ese conflicto
irresuelto es algo tremendamente peligroso: el desprestigio que tiene no sólo
la educación religiosa (como pone de manifiesto la encuesta publicada el
domingo en el diario El País), sino, en general, la educación ética de los
escolares y estudiantes. Esta rama de la educación sigue siendo considerada
como una "maría" que sólo hay que aprobar cuando la ley lo exige, porque cuenta
para el promedio general.
Ninguna de las dos Españas es
consciente de que, en ausencia del necesario pacto, crece entre nuestros
jóvenes el enemigo principal, que no es ni la educación en moral religiosa ni
la educación para la ciudadanía, sino el relativismo moral, el todo vale ético,
que va produciendo una sutil sustancia que corroe todo el entramado de cohesión
social. Los parámetros éticos son tan necesarios para la convivencia como
cualquier adelanto técnico que pueda imaginarse (desde la penicilina hasta la
computación). Por eso, la verdadera pregunta que hay que resolver de una vez
por todas debe ser: ¿la educación ética forma parte de los contenidos que
contribuyen a la formación integral de la persona?
Si se responde a esta pregunta
negativamente o con alguna duda, entonces habría que mantener esa asignatura
como un adorno en la curricula y a otra cosa mariposa. Que cada cual se monte
su sistema de valores como le dé la gana. Pero luego no deberíamos extrañarnos
si la corrupción financiera y política - de la que hoy nos quejamos tanto- se
reproduce exponencialmente.
Pero si nuestra respuesta es
claramente positiva, entonces la formación ética debería ser una asignatura
más, tan importante como las matemáticas o el lenguaje. Y por tanto debería
contar como tal en el promedio general, tanto en primaria como en secundaria.
Claro, el desacuerdo más importante
llega cuando se discute sobre los contenidos. Desde luego, todo indica que
sustituir la enseñanza ética por la enseñanza de la religión ya no tiene
consenso social. Y empeñarse en mantener lo contrario, como hace la Iglesia Católica
en España, resulta al final una poderosa contribución al relativismo ético. Pero
optar por el extremo opuesto, incorporando cualquier tema polémico irresuelto,
como parte de la formación ética, también resulta un obstáculo para alcanzar
ese pacto necesario sobre la enseñanza ética.
Así las cosas, ¿cómo desbrozar el
camino para avanzar hacia ese acuerdo sobre la enseñanza ética?
Creo que los contenidos fundamentales
de esa materia deben basarse en un cuadro de valores fundamentales aceptados
por todos: el que respalda el espíritu de la Constitución, el que refleja la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, o los consolidados sobre
Derechos Humanos a nivel europeo. A partir de este cuadro básico de valores, es
posible establecer un módulo referido a la moral religiosa, por un lado, y por
el otro, un modulo de reflexión sobre los valores actuales que no tienen
consenso (desde la bioética hasta el aborto completamente libre, por poner
ejemplos que hoy dividen claramente nuestra sociedad). La cuestión es que el
necesario debate sobre estos asuntos polémicos no nos entrampe la necesidad de
otorgar la enseñanza de un cuadro básico de valores compartidos.
Porque si ese consenso básico no es
posible, bien porque se sigue tratando de imponer la enseñanza religiosa como
sea, o de imponer valores radicales o polémicos a como dé lugar, entonces quien
triunfará finalmente será el relajamiento de la conciencia ética fundamental,
el relativismo moral descarnado. Y como decían los clásicos frente al fenómeno
del fascismo: confundir al enemigo principal puede provocar daños mucho
mayores.