Nada,
que no hay nada que hacer. Es lo que uno -y
perdón por personalizar en esta ocasión: hoy, me temo, toca, muy a pesar
mío-piensa a veces al encontrarse con ciertos episodios de esa cierta 'guerra
mediática' entre lo que llaman 'Madrid' y lo que otros llaman 'Cataluña'; que,
menos mal, ni es todo Madrid ni toda Cataluña. El caso es que una emisora a la que
algunos consideran 'oficialista' de la
Generalitat catalana -a saber...- pone en mi boca esta frase, textual: "Y si fusilamos a
Companys, mejor todavía". Horror.
En efecto, pronuncié esa frase en el curso de
una tertulia radiofónica en la Cope, en Badajoz, en un programa al que también
asistió el presidente de Extremadura,
José Manuel Monago, personaje
controvertido, como se sabe,
en algunos ámbitos catalanes.
Solo que el significado de mis
palabras, si no hubiesen sido sacadas de contexto, era absolutamente el
contrario, y el tono era, como
bien se percibe en la grabación, claramente sarcástico: estaba diciendo -es mi
línea de expresión habitual-que con Cataluña hay que negociar, que no basta con
decir 'no' a todo desde 'Madrid' y que yo incluso sería partidario de
reformar la Constitución para permitir, a cambio de otras cosas -menos emisoras oficiales,
otro tratamiento lingüístico, menos 'embajadas'...-, que Cataluña tenga un
régimen fiscal distinto. Negociar,
en suma. Porque
mantenerse en esa línea 'dura' del 'no a todo', decía yo, sería exacerbar
una línea de distanciamiento que nos llevaría a la aberración de algo casi semejante al
'declaremos el estado de excepción' tras el establecimiento del Estat Catalá en 1934, o incluso al "y si encima fusilamos a
Companys, mejor todavía".
Aislar esta frase, como hizo la emisora considerada
nacionalista/secesionista, varía
por completo el sentido de mi discurso, me hace aparecer como una especie de
salvaje y me otorga un 'pensamiento' que es radicalmente el contrario al mío.
Siendo, como soy, totalmente enemigo de la pena de muerte, sea contra quien sea
y en las circunstancias que sea, habiendo dedicado mi vida y mi actividad
profesional a fomentar el diálogo y el entendimiento entre 'Madrid' y
'Cataluña', se
puede comprender mi pasmo al verme reflejado con ímpetus asesinos y haciéndome decir, sin
más: "y
si fusilamos a Companys, mejor todavía". Diosss...
Lo peor es que, en estos tiempos de Internet, estas cosas quedan. Las recogen,
quizá con la mejor voluntad (o no), algunos periódicos digitales, quedan
imperecederamente reflejadas en Google, incendian las redes sociales. Y vaya usted a explicar a
quien aisló la frase de marras -no puede haber sido sino maliciosamente--
el daño moral que causa a alguien que, como quien suscribe, se ha
forzado, hasta el extremo de crear un periódico 'on line' bilingüe en Cataluña -con los
costes que ello tiene y las incomprensiones que ello provoca en 'ambos lados'-, en dar cabida a todo el
pensamiento democrático y
respetuoso. Sea cual
sea,
nacionalista o no, secesionista o no, así como para contar sin prejuicios ni
deformaciones lo que quienes
creemos en la libertad de expresión consideramos la realidad. Cierto: en las últimas
horas recibí llamadas de disculpa en las que unos medios -RAC1-- culpaban a los
otros -un digital llamado e-noticies-- de esa manipulación. Ya era tarde...
Claro que quizá alguno trate de provocar ese daño moral. Todo sirve para alimentar los fanatismos
de algunos que quieren la guerra, y ya se
sabe que la primera víctima en las guerras es la verdad. Cierto, no soy catalán ni, por tanto, podría ser nacionalista
catalán. Tampoco me considero nacionalista español. Nada, no soy más que un periodista
que pretende hacer su trabajo con honradez.
Lo cual, en mi código, no incluye sacar frases
de contexto, ni encender hogueras artificiales, ni barrer para casa, ni hacerle
la pelota al que paga, ni buscar enemigos de
la 'causa' -a mí, desde luego, no me encontrarán en ese campo de enemigos:
déjenme en paz...-- En fin, que si
alguien quería provocarme un acceso de tristeza, lo ha conseguido. Que ese alguien malicioso, o amarillo, se sienta satisfecho. No sé si ha conseguido mucho más, y probablemente ha hecho un flaco favor a esa 'causa',
sea la que sea; en todo caso, la de él es una causa sectaria, ya se ve. Pues eso: que a veces
uno, cabizbajo, piensa que nada, que no hay nada que
hacer, por muy buena voluntad que le eches. Pero hay que seguir intentándolo.
>>
El blog de Fernando Jáuregui: 'Cenáculos y mentideros'>>