lunes 20 de mayo de 2013, 13:16h
Es paradójico que la discusión sobre una ley de
educación lleve a actitudes flagrantes de mala educación. Una norma que nace
así lleva en su seno el espíritu de
contradicción. No es, por tanto, nada prometedora. Y como está aún en fase de
proyecto, hay tiempo para corregir el error.
Que a raíz de esta polémica el eurodiputado popular
Vidal Quadras califique a los dirigentes nacionalistas catalanes de "chusma" no
es precisamente educativo ni tolerable. Como no lo es que el president Artur
Mas, al referirse a los miembros del gobierno del Estado, les llame
despectivamente de "esta gente" y utilice, como ya empieza a ser habitual en
el, un lenguaje de guerra.
Se está resucitando, lamentablemente, aquella
nefasta dialéctica falangista de "los puños y las pistolas", con una dialéctica
de mutuo desprecio, ofensa y de enfrentamiento belicista, que a nada bueno
puede conducir. Quienes en actitudes tan
bajas e incluso verbalmente violentas
caen merecerían que la opinión ciudadana y el voto de los electores les
marginaran de la política. Hacen un pésimo favor a la política y a la
convivencia.
La gestión del ministro Wert, en el proceso de
elaboración de la nueva ley, ha sido claramente provocativo. En un tema tan
sumamente importante y sensible, no se puede tener una actitud impositiva y
desafiante. Son muchos los factores, puntos de vista e intereses a tener en
cuenta. No hacerlo, o al menos intentarlo seriamente, provoca contestación y
rechazo. Que es lo que está ocurriendo.
Tampoco puede tratarse con la frialdad y asepsia de
un ensayo de laboratorio. La educación escolar no es un asunto de probeta. Ni
siquiera de frió análisis sociológico, materia de la que el ministro Wert es
especialista. Es algo mucho más complejo, humanístico y vital. Incluso en aquellos aspectos en que
Wert pueda tener razón, que los hay, la manera de explicarlos no es la que ha
utilizado. Le ha puesto más pasión y desafío que razonamiento. Y no digamos
cuando se trata de materias de lenguas y de religión, que resultan explosivas.
Este, pienso, ha sido el grave error del ministro
Wert: no tener en cuenta las distintas concepciones ideológicas, pedagógicas, y
arraigos tradicionales y de territorio en materia educativa. Cuando la señora
Cospedal dijo -inoportunamente, en este caso- que la educación ha de servir
para que hacer que los jóvenes "amen a su patria", no tuvo en cuenta que dentro
del Estado español para muchos hay varias patrias, cuya convivencia dentro del
mismo son compatibles. Es un error pretender "españolizarlo" o
"castellanizarlo" todo. Oficialmente se está demasiado lejos de la "España
plural" -invocada por el Rey- o de "la nación de naciones"-como propugnaba
Maragall-, que permitirían una mejor convivencia y más fructífera.
Esta concepción -encajable en el marco consttucional
y que sería una culminación federalizante del Estado autonómico- está siendo
bombardeada ferozmente -y con miopía- desde el centralismo españolista y desde
los nacionalismos rompedores. En esta
línea están tanto destacados personajes del PP como del PSOE, por citar los dos
grandes partidos, como los señores Vidal Quadras (prisionero de algún rencor) y
Artur Mas (rehén voluntario de Junqueras). Hablar de "esta chusma" y de "esta
gente", como de "estamos en guerra" y "moral de victoria" es aberrante e
impropio de políticos, que se descalifican a si mismos.
Entrar en esta dinámica del enfrentamiento, en lugar
de agotar las vías del diálogo y ser sensible a las distintas propuestas
razonables, ha sido el error de Wert. No se trata de renunciar al programa de
un partido legitimado para gobernar, porque ha obtenido en las urnas una amplia
mayoría absoluta en el ámbito estatal, sino de saber escuchar y atender, en lo
posible, los argumentos razonables de otros representantes de la ciudadanía,
especialmente si han logrado el respaldo mayoritario en sus territorios. La
unidad esencial o troncal del Estado no se rompe incorporando las legítimas diversidades;
se rompe cuando no se las tiene en cuenta, se las margina o se las intenta
borrar como a un garabato en un cuaderno escolar.
Hay tiempo para la enmienda, en el trámite
parlamentario, señor Wert. Sean razonables y no hagan, de esta ley, munición
para el desafío bélico, señores Rajoy y Mas. Gobiernen con realismo y no sean
insensatos.