Leyendo entre líneas de números
miércoles 15 de mayo de 2013, 10:35h
La dictadura numerológica se nos ha ido de las
manos. Las muescas en el cuerno de bisonte sostenido por la paleolítica Venus
de Laussel indican ya la obsesión por contar y numerar de nuestros antepasados
cavernícolas. Han pasado milenios desde el desarrollo de las matemáticas
mesopotámicas y aún conservamos el siete sagrado de los días de la semana,
consagrando cada uno a su correspondiente cuerpo celeste de los siete adorados
en las siete plataformas de los zigurats babilónicos. Los pitagóricos griegos
adoraron las proporciones matemáticas del cosmos y los intervalos musicales de
la lira. En esos ritmos numéricos escucharon la armonía de las esferas, y
siguiendo ese compás cincelaron en las proporciones canónicas del mármol ático
la belleza del número áureo desarrollado con la misma exactitud en las
espirales de la galaxia o en las conchas de nautilos. Luego, en la oscuridad de
los guetos medievales, la gematría cabalística se dio a los cálculos obsesionada
con el valor matemático del alfabeto hebreo. Los místicos rabís dibujaban
cifras en la frente del golem para darle la vida mientras hacían malabarismos
con el aleph y la unicidad divina. Pero todavía eran los hombre quienes
dominaban a los números y al golem.
En opinión de William Godwin,
filósofo y anarquista ingles, la revolución es engendrada con la indignación y
la tiranía, pero ella misma está ya preñada de la tiranía contra la cual se
rebela. Godwin fue testigo de la rebelión de los ilustrados contra la tiranía
de las supersticiones, cuando entronizaron a la razón llevando de la mano al
sistema métrico decimal para revolución de las medidas. Pero Godwin, el ácrata
marido de Mary Wollstonecraft y padre de Mary Shelley tenía razón cuando
recelaba de las nuevas tiranías. El cientifismo positivista impuso la dictadura
de la cuantificación. Todo debía ser sujeto a la contabilidad trasmutada en
ciencia y en legitimación política a través de la democracia. Ya no era la
gracia divina el sostén del trono y el gobierno, sino la providencia del
cincuenta por ciento más uno.
Hasta Cesare Lombroso se jactó de
poder calcular la fórmula para señalar a los delincuentes carentes de libre
albedrío, midiendo con craniometros y calibradores las cabezas de los
criminales más reputados; entre ellos los anarquistas genéticamente
predestinados como William Godwin. Y en boca del Principito, Saint-Exupèry se
asombraba del amor de las personas grandes por los números.
Acabo de recibir un mensaje de mi operadora de telefonía, pidiéndome
una valoración de su servicio; si marco el cero mostraré mi insatisfacción; con
el 10 mi júbilo con sus comerciales. Como una novia de la universidad; ella
estudiaba una ingeniería, y su pregunta, repetida sin descanso era ¿Cuánto me
quieres?. No me valía decir "mucho", "todo" o "hasta el infinito y más allá",
no. Quería una cifra con dos decimales y no entendía ningún chiste sin
dimensionarlo. Ahora calcula el desplazamiento de submarinos en inmersión. Le
deseo toda la felicidad del mundo según la ecuación P+5E+3A pergeñada por
psicólogos británicos para saber cuán felices somos ¿También con decimales?.
Otros pretenden medir los niveles de dopamina, serotonina y vasopresina
segregados en presencia de la persona amada para predecir la estabilidad de la
pareja, ignorando el carácter efímero de ese estado perfecto de imbecilidad; la
única transitoria.
¿Y quién y con qué criterios decide nuestras vidas con otros números?
100.000 euros en los depósitos bancarios parecen ser la diferencia
entre la quita o salvarse del expolio. Demasiado redonda para ser solo una
cifra. ¿Por qué esa y no otra? Un centímetro de altura determinará quien se
convierte en azafata o no, y un segundo en la carrera de dos mil metros toda
una vida como policía. Tenemos índices de masa corporal, mileuristas como grupo
social y quienes calculan su popularidad multiplicando los contactos virtuales
en las redes sociales. El ministro Wert, inficionado por la numeropatía, deja
la evaluación de alumnos y colegios en manos de unos extraños cuyas exactas
calificaciones decidirán sus futuros sin conocer ni a unos ni a otros. Son los fríos
números escritos como códigos binarios en circuitos inasibles quienes se han
adueñado de los destinos de los hombres.
Ahora nos permitimos el lujo de prescindir de los profesionales de la
medicina de más de 65 años obligándoles al retiro. Un derecho laboral como la
jubilación convertido en un ukase administrativo neoliberal para poner fin a
los servicios de los más sabios y experimentados, quienes han decantado su ojo
médico más allá de un índice de colesterol o de las cifras de la tensión
arterial. Y si alguien pretende valorar su rendimiento entraremos de nuevo en
un baile de cifras cabalísticas y abracadabras numéricos escritos en la frente
de quienes cumplan 55 años y ya no se les permita hacer guardias médicas, o 64
años y 364 días, cuando tampoco se les quiera ni para golems en el gueto.
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Comentarios
Últimos comentarios de los lectores (8)
21293 | kroker - 17/05/2013 @ 00:10:37 (GMT+1)
Como de costumbre, últimamente llego tarde a todo, pero no me he podio resistir. Cierto que hoy todo queda reducido a números, por eso eh optado por solo pensar en mi favorito, el 69.... como el güisqui
21292 | kroker - 17/05/2013 @ 00:10:26 (GMT+1)
Como de costumbre, últimamente llego tarde a todo, pero no me he podio resistir. Cierto que hoy todo queda reducido a números, por eso eh optado por solo pensar en mi favorito, el 69.... como el güisqui
21252 | B T-M - 15/05/2013 @ 19:38:25 (GMT+1)
Muchas gracias, señor Au contraire, por su comentario. Cierto. Hay cifras importantes, como las de las listas médicas de espera de espera. O el porcentaje de pacientes mal diagnosticados, el de abandono escolar o el de un número excesivo de universidades mientras faltan medios en niveles como la educación Infantil, Primaria o Secundaria que son las bases del sistema. La cantidad que no importa es el monto exacto que dediquemos a la Educación Pública y a la Sanidad Pública, porque siempre será poco. La educación en las primeras etapas de nuestras vidas, sin olvidar la de adultos, y la sanidad porque todos, tarde o temprano, necesitaremos en mayor o menor medida sus servicios, para nosotros o nuestros familiares. Y yo querría vivir en un país tan orgulloso del mejor sistema educativo público del mundo como de la mejor sanidad pública del mundo. Ya lo conseguimos con el sistema de trasplantes. Extendámoslo a otras cosas.
21248 | Au contraire - 15/05/2013 @ 17:57:09 (GMT+1)
¿No quería usted números? Sanidad busca en Madrid 31 jefes médicos para seis hospitales tras las jubilaciones forzosas. Y las listas de espera aumentando.
21244 | B T-M - 15/05/2013 @ 17:39:57 (GMT+1)
Pecunia, pecuniario; del latín "pecus", cabeza de ganado, en Roma antes de que esa unidad de cuenta en reses u animales fuera sustituida por el vil metal. Las referencias a la lana fina como oro será, con toda seguridad, al Vellocino. Un abrazo.
21240 | Angel - 15/05/2013 @ 15:15:20 (GMT+1)
Vaya, menudo texto, no conocía a este buen señor, ni que pecunia significara eso; me lo copio y me lo guardo. Muchas gracias por el apunte. Salud.
21237 | B T-M - 15/05/2013 @ 14:23:21 (GMT+1)
Buenas tardes, don Ángel, gracias a usted, y para impresionante su erudición. Le dejo un apunte trasnochado. Sólo veinte años después de Covarrubias, Miguel Caxa de Leruela, en su "Restauración de la abundancia en España" describía su defensa de la lana como riqueza sin cuantificarla ni una sola vez, sin dar ni una sola cifra: "Es muy verosímil que la lana hacía oficio de moneda antes de la invención del oro y plata, porque forzosamente se había usar algún medio, que facilitase el comercio, y que fuese equilibrio de la permutación, y de los tratos y contratos como ahora es la moneda... Ninguna otra cosa del mundo es más propósito fuera de los metales preciosos que la lana; y osadamente se puede fundar en las cualidades excelentes que tiene la lana para uso de la moneda. Porque es materia casi incorruptible, divisible hasta en átomos con regreso fácil de volver las partes a su todo, necesaria a todas las gentes sobre los metales y sobre las demás cosas usuales; y lavada y peinada y limpia es portátil, y en menos peso más preciosa que ninguna de las citadas para el servicio de la vida humana en lo natural y lo artificial. Y supone ser esto cierto el nombre de pecunia, o pecude, que significa la oveja. Y el pintar antiguamente en las monedas una oveja fue por esta razón. Y porque después que el oro hecho moneda sucedió a la lana en este ministerio y oficio., tomaron ocasión para decir que antiguamente la lana fina era oro".
21229 | Angel - 15/05/2013 @ 12:01:51 (GMT+1)
Buenos días don Bruno, impresionante arranque de su artículo, gracias. Curiosas coincidencias: ayer mismo en conversación con un amigo salieron a relucir Saint Simon, su discípulo Comte, mi denostado positivismo y sus lamentables consecuencias. La cultura (¿sería mejor decir espectáculo?) se mide en dólares, el valor de un cuadro por su precio en subasta, la relevancia de un museo por los dineros que se dejan sus visitantes, las fiestas y celebraciones por su "impacto económico" en la localidad de turno; todo se cuantifica. Como curiosidad, en su Tesoro de la lengua castellana (1611), Covarrubias no dedica ni una mísera entrada a la economía, como han cambiado los tiempos...
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